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Mario Bonino
15 de noviembre de 1993

Caso: Mario Bonino



Fírmese, archívese, reábrase:

1 de junio de 2001
Jorge Elías

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Buenos Aires, Argentina

Era un caso prácticamente cerrado hasta que, de pronto, un tal Adrián Montenegro,suboficial de la Policía de la Provincia de Buenos Aires, dijo por televisión que sabía quiénes eran los presuntos autores de la muerte de Mario Bonino, empleado de la Secretaría de Prensa de Unión de Trabajadores de Prensa de Buenos Aires (Utpba). Su cadáver apareció el 15 de noviembre de 1993 en las aguas turbias del Riachuelo después de cuatro días de incógnita sobre su paradero.

El tal Montenegro, testigo protegido que reside en el Paraguay, señaló en el programa Punto.doc/2, emitido el 19 de abril de este año por América TV, a otros tales como los autores del virtual asesinato: "El Lagarto Vargas y el suboficial mayor Carmona", dijo. Y abundó en detalles: "Son gente del comisario mayor Rodríguez".

Pistas por las cuales Ricardo Esparis, abogado de la Utpba y de la viuda de Bonino, Felicia Urbano, pidió la reapertura de la causa al Juzgado de Instrucción número 10, a cargo de Raúl Irigoyen. Pedido que, con el material en bruto de la entrevista con el tal Montenegro, ha sido aceptado, así como las citaciones de los supuestos implicados, según dijo la secretaria de Derechos Humanos de la Utpba, Ana María Careaga. Habrá sido, en caso de confirmarse, el primer crimen de un periodista en la Argentina desde la recuperación de la democracia, en 1983.

En el momento de su desaparición, Bonino, de 37 años, participaba de un seminario titulado "La radio de fin de siglo" en el auditorio de la Asociación de Trabajadores del Estado (ATE), en la ciudad de Buenos Aires, después de haber distribuido un comunicado de repudio por amenazas de muerte contra periodistas de la provincia de San Luis.

En el ínterin pasó por su casa, tomó un baño y jugó un rato con su hijo Federico, de ocho años. Le prometió que, al volver, iba a llevarle sus figuritas favoritas de fútbol (era hincha de River, como él). Le prometió por teléfono a Felicia, su mujer, que, al volver, iban a tomar un helado. No volvió. Ni hubo indicios de él en los tres días siguientes.

En la víspera de que su cuerpo fuera hallado en las aguas, frente al Servicio de Hidrografía Naval, en el barrio de La Boca, el entonces presidente, Carlos Menem, y su antecesor, Raúl Alfonsín, sellaban el llamado Pacto de Olivos, tampolín de la reforma constitucional de 1994 y, como consecuencia de ella, de la reelección, al año siguiente, del peronista que batió el récord de permanencia en el poder de Perón. A su vez, tres sujetos forzaban la puerta de una de las sedes de la Utpba, golpeando con una barra de hierro la cabeza del sereno, Miguel Gavilán, con la intención de destruir muebles y computadoras.

El eslabón perdido

Bonino había comenzado en la sección Deportes del diario La Razón, de Buenos Aires. Trabajó después en el diario Sur y en el Diario Popular.

Difícil imaginar que podría ser, desde el 15 de noviembre de 1993, el primer eslabón perdido entre varios ataques contra periodistas como Marcelo Bonelli (diario Clarín y radio Mitre) y Hernán López Echagüe (diario Página 12). Que iban a derivar, el 25 de enero de 1997, en el crimen del fotógrafo José Luis Cabezas.

Las dos pericias que ordenó el juez Irigoyen revelaron que Bonino murió en circunstancias dudosas. En ello coincidieron los peritos oficiales y el perito de parte, Mariano Castex. Es decir, no pereció por asfixia ni por haber ingerido sustancias tóxicas. Estaba haciendo dieta y dejando de fumar, según sus familiares, lo cual sustentaría la posibilidad de un paro cardiorrespiratorio en una situación límite. O de máxima tensión. Entre otras hipótesis, descartado el suicidio, pudo haber sido secuestrado y, tal vez, no resistió la presión (en la jerga argentina, un vil apriete).

La Utpba había lanzado una campaña de la cual, como militante sindical, Bonino participaba en forma activa: "La peor opinión es el silencio". En ese momento, el entonces ministro del Interior, Carlos Ruckauf, luego vicepresidente de la República, hoy gobernador de la provincia de Buenos Aires, llegó a vincular el crimen con sectores fascistas enquistados en los estamentos del poder y en la sociedad argentina.

Menem suscribió sus palabras, hablando, incluso, de sectores mafiosos, pero la Utpba criticó las investigaciones del fiscal especial designado por él, Luis González Warcalde, por considerar que se trató de un suicidio y por averiguar más sobre la víctima que sobre los eventuales responsables.

Las muertes de Bonino (hasta tanto no sea esclarecida) y de Cabezas sellaron una trilogía macabra con el asesinato de Ricardo Gangeme, propietario y director del semanario El Informador Chubutense, de la ciudad patagónica de Trelew, el 13 de mayo de 1999. Correlato, quizá, de las 1008 denuncias de atentados contra periodistas que recibió la Utpba sólo entre 1989 y 1998.

Con la hipótesis, reforzada ahora por el tal Montenegro, de que hombres de la policía bonaerense, al igual que en el caso Cabezas, pudieron estar involucrados en la muerte de Bonino. Fírmese, archívese, reábrase.

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