Follow us on SIP Follow us on BLOGGER Follow us on FACEBOOK Follow us on YOUTUBE Follow us on TWITTER
Alertas
Estadísticas
Investigaciones
Reclame Justicia

Noticias
Actividades
Documentos oficiales
Campaña de medios
Reformas legales
Jurisprudencia
Publicaciones
Videos
Newsletter
Enlaces

Misión
Autoridades
Personal
Contáctenos
Haga su donación
Dona Tu Voz - CD

Home      

31 de octubre de 2002

Caso: Alfredo García Márquez



Conductor del programa de comentario "Encuentro, radio XEDL Hermosillo, Sonora, México:

1 de noviembre de 2000
Alejandra Xanic

Reportes Relacionados

1-11-2000


Cartas a la Autoridad

28-03-2012


Alfredo García Márquez faltó a su programa de radio el lunes 31 de octubre pasado. Sus compañeros pensaron que tal vez había vuelto a salir de viaje. Pero el martes les extrañó su nueva ausencia. En 13 años de trabajar en la radio, García Márquez nunca había faltado sin avisar.

Para el miércoles 2 de noviembre, Gloria Elvira Biebrich se sintió presa del miedo. A las 7:25 de la mañana, en el primer corte del programa "Encuentro", que conducía con él, llamó a su casa, y a su teléfono celular. No tuvo respuesta.

Entonces se dirigió con una amiga a casa de Alfredo. Nadie respondió a su llamado en la puerta.

Estaban en el suelo los periódicos del martes y miércoles, que él solía leer antes de su programa, y los vecinos habían tenido que cerrar, por segundo día consecutivo, la llave del agua, para evitar que se derramase el agua del tinaco.

Si se tratara de alguna otra persona, estos desórdenes podían pasar por descuidos sin importancia. Pero en el caso de García Márquez, un hombre profundamente celoso de las rutinas, era algo inusual.

Unas horas más tarde, Claudio Laguna, director comercial de Grupo Radio, abrió con ayuda de un cerrajero la puerta, subió por las escaleras de la casa a la habitación principal, y encontró a García Márquez muerto.

Su cuerpo en calzoncillos, estaba boca abajo, atravesado en la cama y cubierto por una cobija. Su cabeza al filo del mueble, con un orificio de bala, y un charco grande de sangre en la alfombra.

Alfredo García Márquez faltó a su programa de radio el lunes 31 de octubre pasado. Sus compañeros pensaron que tal vez había vuelto a salir de viaje. Pero el martes les extrañó su nueva ausencia. En 13 años de trabajar en la radio, García Márquez nunca había faltado sin avisar.

Para el miércoles 2 de noviembre, Gloria Elvira Biebrich se sintió presa del miedo. A las 7:25 de la mañana, en el primer corte del programa "Encuentro", que conducía con él, llamó a su casa, y a su teléfono celular. No tuvo respuesta.

Entonces se dirigió con una amiga a casa de Alfredo. Nadie respondió a su llamado en la puerta.

Estaban en el suelo los periódicos del martes y miércoles, que él solía leer antes de su programa, y los vecinos habían tenido que cerrar, por segundo día consecutivo, la llave del agua, para evitar que se derramase el agua del tinaco.

Si se tratara de alguna otra persona, estos desórdenes podían pasar por descuidos sin importancia. Pero en el caso de García Márquez, un hombre profundamente celoso de las rutinas, era algo inusual.

Unas horas más tarde, Claudio Laguna, director comercial de Grupo Radio, abrió con ayuda de un cerrajero la puerta, subió por las escaleras de la casa a la habitación principal, y encontró a García Márquez muerto.

Su cuerpo en calzoncillos, estaba boca abajo, atravesado en la cama y cubierto por una cobija. Su cabeza al filo del mueble, con un orificio de bala, y un charco grande de sangre en la alfombra.

Poco después del hallazgo, el procurador de Justicia de Sonora anunció que una de las hipótesis era que el locutor se había suicidado.

Pero los peritos que llegaron a la casa no encontraron el arma. Después de inspeccionar durante toda la tarde el pequeño cuarto donde lo hallaron muerto, tampoco encontraron la ojiva o restos de ella. Ni su cartera, ni las llaves del auto o su teléfono celular.

No había señas de forcejeo o de maltrato. Todo en la casa estaba en orden, como él acostumbraba. Las cerraduras de la puerta de entrada no habían sido forzadas.

La autopsia determinó que el cuerpo de García Márquez tenía entre 36 y 48 horas de muerto. Que el disparo fue hecho con el cañón en contacto con su cabeza. La bala, de calibre no identificado, atravesó su cerebro desde la sien derecha, rebotó en el hueso y tuvo salida junto a la oreja izquierda.

Todo esto hizo pensar a la policía en dos hipótesis: que García Márquez se había suicidado, y que alguien después, retiró la evidencia; o bien, que habría sido asesinado mientras dormía, y por algún conocido.

Cuatro días después del hallazgo de su cuerpo, el celular no había sido utilizado, ni tampoco las tarjetas bancarias, lo que les hizo descartar el móvil de un robo.

La Procuraduría no incluyó, entre sus primeras líneas de investigación, que el homicidio estuviera ligado al trabajo periodístico de García Márquez, en parte también, porque la radio no disponía de una colección de grabaciones de los programas "Encuentro".

Seis días después, el martes 8 de noviembre, fue arrestado el soldado Manuel Enrique Márquez, de 20 años de edad, como asesino confeso. La llamada de un delator condujo a la policía a las puertas del cuartel.

Periodista de 7 a 10

"Encuentro" era uno de los programas de radio más escuchado en Hermosillo. No era un noticiero, sino un programa sencillo de comentarios. Las llamadas del público hacían el programa. En días con poca participación se leían y comentaban las noticias de los diarios.

En el dúo, Gloria Elvira jugaba el papel de la buena y Alfredo García, el del malo.

Al aire era terco, rezongón y suspicaz. En persona era alegre, meticuloso y muy reservado.

En los días inmediatos a su muerte, nadie creyó que sus comentarios pudiesen haber alzado la furia de algún político o funcionario.

"En trece años no hemos tenido un comentario, una presión, un ‘cállense la boca", dijo Gloria Elvira. "No, yo no creo que sea por ahí".

"Alfredo no era periodista", dijo Carmen Alicia Espinoza Ortega, reportera del diario El Independiente, de esa ciudad, y muy cercana amiga suya; "no mantenía archivos, no reporteaba".

García Márquez era comunicador, de 7 a 10. En cuanto salía de la estación de radio a las 10 de la mañana, cerraba el apartado de comunicador en su vida, y se dedicaba a sus otras pasiones.

Invertía el resto del día en su casa, haciendo reparaciones, perfeccionando los detalles de su vivienda y decoración; pasaba horas conectado al Internet, o haciendo traducciones para obras de teatro que él quería montar. No frecuentaba bares o cafés, pero salía casi cotidianamente al cine.

No acudía a ruedas de prensa y no aceptaba invitaciones para reunirse con políticos o funcionarios. Su trabajo como comunicador terminaba a la salida de la estación.

Las últimas horas

El domingo 29 de octubre fue su último día de trabajo. Habló, como era usual, sobre los baches, la falta de mantenimiento a la red de agua potable, al alcantarillado.

Esos eran sus blancos frecuentes. Servicios, atención a las quejas ciudadanas. Y no tanto, el narcotráfico o la corrupción, que ventilan sin pudor algunos periódicos de esa ciudad norteña.

Con el programa de ese domingo, volvía a regularizar sus transmisiones. García Márquez estuvo 18 días de vacaciones en octubre y otros más en la semana anterior a su muerte.

El del domingo, y uno de los pocos grabados, fue un programa normal, sin temas polémicos o sobresaltos.

"Yo soy Alfredo García Márquez y regreso el martes con el favor de Dios", se despidió al final.

El lunes de su muerte

La última persona en verlo fue Noé Contreras, un compañero suyo de la radio. Lo vio la noche del lunes, García Márquez a bordo de su auto, conduciendo por el boulevard. Estaba lejos de su casa, cerca de los cines a los que él acudía, y del cuartel militar.

Según la confesión del soldado detenido el martes, captada por el Diario El Imparcial, García Márquez lo interceptó a eso de las 10:30 p.m. del lunes, cuando salía de una tienda cercana al cuartel.

Se conocían. Se habían encontrado ya alguna vez. García Márquez ofreció llevarlo al sector militar, pero le pidió lo acompañase primero a su casa, pues esperaba una llamada.

La llamada llegó, y Manuel Enrique se entretuvo por la casa mientras el conductor habló. García Márquez le dio un recorrido por la casa, y según el militar, intentó después seducirlo.

El militar se defendió desenfundando su arma. Hubo forcejeos, y la pistola se activó.

Manuel Enrique buscó la ojiva, la removió del charco de sangre en la alfombra, tomó un calcetín y removió sus huellas por la casa. Tomó algunas pertenencias del locutor, para simular un robo, guardó su chaqueta ensangrentada, y se enfiló de regreso al cuartel, entrada la noche.

Al día siguiente le comentó lo sucedido a Verónica Castro, su novia; la noticia llegó a oídos de la compañera de cuarto de ella, y a los de su pareja, José Alfredo Pérez Barraza, quien ayudó al soldado a deshacerse de las pertenencias de García Márquez.

La noticia no se detuvo ahí, y alguien llamó a la Procuraduría y lo delató. Hoy día, Manuel Enrique Márquez está bajo arraigo mientras las autoridades fortalecen los cargos en su contra.

"Queremos culpables, no la vida privada de Alfredo", repitieron radioescuchas dolidos, en sus llamadas a la radio durante la semana. Las planas de los periódicos recogían las versiones sobre la vida íntima del conductor.

El programa "Encuentro", ahora sólo con Gloria Elvira Biebrich al micrófono, se volcó a los recuerdos, la nostalgia y el reclamo. "Paciencia, es lo que les pedimos a todos, paciencia. No queremos chivos expiatorios o cosas así", pidió la conductora cada vez.

La Procuraduría parece sentirse cómoda con su indagación y los resultados conocidos hasta hoy. Manuel Enrique Márquez está bajo arraigo domiciliario decretado por un juez. La Procuraduría hace los trámites para que se le permita el ingreso al cuartel, y confiscar el arma, que según Enrique Márquez, dejó allí.

La policía continúa las pesquisas sobre los jóvenes que lo encubrieron para fortalecer los cargos en contra del militar.

Error en la consulta:No database selected