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México
19 de octubre de 2009
Oficio sin gajes en México
María Idalia Gómez, URR-México


La frase se escuchó idéntica en los dos llamados realizados en el lapso de media hora: “si insisten en publicar (en el periódico) decapitaciones, van a terminar igual”.

Los dos reporteros que la escucharon hace diez días, primero se sorprendieron y preocuparon, luego las comentaron a sus colegas en la redacción del diario de una ciudad del norte de México. Después continuaron con su rutina.

Cuando se presentan amenazas o advertencias en las redacciones, la reacción interna suele ser lenta. En varias regiones, muchas veces, para poder seguir trabajando no se las toma con seriedad, se les piensa más como si fuera más una bravuconada.

Periodistas, fotógrafos, editores o directivos creen en una frase común y prácticamente con ella se justifican y se amparan: “son gajes del oficio”.

Pensarlo así, decir que es parte del trabajo, asimilarlo así, es una forma de autoprotección, se trata de sujetarse a algo que pueda permitirles seguir trabajando. Reportear con miedo sería imposible, por eso de cierta forma, esos reporteros, como muchos otros en México se sujetan con fuerza a una inmunidad ficticia frente a una advertencia.

A dos editores de un periódico del norte de México, se les preguntó hace cinco años, por qué no tomaron precauciones con un reportero que recibió una amenaza de narcotraficantes, y que luego sería secuestrado y desaparecido. Una lacónica respuesta fue: “no creíamos que le fuera a pasar nada, no pensamos que se fueran a atrever”.

Fue hace cinco años y esa frase, todavía, se sigue repitiendo entre los reporteros o en las redacciones después de que uno de sus compañeros ha sido asesinado o ha desaparecido.

En una profesión donde la desconfianza es un motor permanente que aceita el olfato periodístico y echa andar las búsquedas informativas, parecería contradictorio que no se les hiciera caso a las amenazas, con el antecedente de tantos casos de periodistas desparecidos o asesinados en los últimos años en México.

Sólo se puede explicar como una nueva forma de sobrevivencia, para poder trabajar, para poder seguir adelante.
Reporteros, editores, directivos de medios de comunicación participan constantemente en cursos y talleres que han sido necesarios implementar para dotarlos de herramientas que los protejan en la cobertura de temáticas de alto riesgo. Pero esto no parece ser suficiente. Capacitar a 60, 80, profesionales por año en el país, puede sonar a una gota de agua dulce en el mar cuando se relativizan amenazas como las descritas.

Una cultura de la seguridad será necesario incorporar a todas las redacciones. Y para eso se requerirá, primero de tener conciencia del riesgo. Quizá el nivel de riesgo ha escalado tan alto que las universidades, y las escuelas de comunicación y periodismo también deberían participar incorporándolas en su último año o semestre de cursos.

“No quiero seguir aprendiendo en el camino”, decía un reportero tras conocer el asesinato de un cercano periodista. Es cierto, hasta ahora mucho se ha aprendió con base a la práctica y el error, actuando por lógica ante riesgos de agresiones. Pero no se puede seguir en un camino empírico cuando se sabe de tantos ataques, amenazas, desapariciones o asesinatos del que son víctimas periodistas y medios de comunicación.

Los gajes del oficio existen, pero lo que ocurre en México en nada se parece a eso.



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