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Nicaragua
9 de noviembre de 2005
María José, víctima del odio y fanatismo
Rosario Montenegro Z. - La Prensa

Salió temprano a trabajar, estaba segura que ese día ocurriría una noticia importante, incluso podría ser para portada, y eso le animó más porque conservaba ese entusiasmo típico de muchos periodistas cuando tienen en sus manos una buena información.

Por eso no se detuvo ni ante la exhortación de su mamá: “No vayas a cubrir... ¿Por qué mamá? me dijo. Porque esa gente es bien mala, te pueden hacer algo, ellos te han amenazado... Pero ella me dice: No mamá no creo”.

No era la primera vez que Antonia Sánchez le pedía que no fuera a cubrir un evento, pues nunca le gustó la carrera que había escogido su hija, siempre le pareció peligrosa y su intuición de madre no le falló.

Tampoco ella se equivocó. Al caer la tarde efectivamente ocurrió un hecho relevante, la noticia se regó como pólvora y su nombre irrumpió en las portadas de los periódicos, en los noticieros de radio y televisión, incluso fuera del país, sólo que no era la que esperaba. Nadie la esperaba. No era ella quien la suscribía, pero sí era su protagonista principal.


ASESINO: EX ALCALDE Y ASPIRANTE A DIPUTADO

Eugenio Hernández González, un ex alcalde liberal del municipio de El Ayote y con aspiraciones de llegar a ser diputado de la Asamblea Nacional, fue el hombre que se encargó de cambiar el rumbo de los acontecimientos y de invertirle su rol.

Como a las 6:40 p.m. del 9 de noviembre de 2004, se empezó a difundir el rumor, a las 7:00 p.m. la noticia estaba confirmada. La periodista María José Bravo Sánchez, de 26 años, había sido asesinada en las afueras del Instituto Nacional Autónomo de Chontales, que en ese momento funcionaba como Centro de Cómputos para las elecciones municipales, en la ciudad de Juigalpa.

Hernández González asesinó a la corresponsal de LA PRENSA y del periódico Hoy, cuando daba cobertura periodística al segundo día de protestas que realizaban unos 400 simpatizantes de la Alianza por la República (Apre) de Santo Tomás y Cuapa, quienes reclamaban por los resultados electorales adversos a su grupo político, ya que aseguraban haber ganado en ambos municipios.

El crimen ocurrió aproximadamente a las 6:20 p.m., cuando María José, con su cámara, grabadora y libreta en mano, se disponía a abandonar el Centro de Cómputos, después de una larga jornada de trabajo.

Según los testigos del momento, el ex Alcalde se colocó a un poco más de un metro de distancia de donde se encontraba la periodista, se inclinó y disparó a Bravo, con un revólver que llevaba dentro de un bolso rojo.

Aunque la familia de María José siempre vinculó su asesinato a las amenazas recibidas por algunos políticos locales, el autor del disparo nunca reveló los motivos y más bien, a través de su defensa, sigue sosteniendo que fue un accidente y que fue una “bala saltarina” la que impactó en el pecho de la periodista.

Lo cierto es que este hecho dio un giro de 180 grados a los acontecimientos que se registraban esa noche en Juigalpa. Los simpatizantes del grupo político se olvidaron de su protesta y se trasladaron al hospital, donde había sido llevada la periodista, en un intento infructuoso por salvarle la vida, pero el disparo había sido certero y le había destrozado el corazón.

Antes de ser asesinada, María José sólo esperaba conseguir un “ride” para retornar a su casa en Santo Tomás, y así se lo hizo saber a su hermana Esperanza, con quien habló unos diez minutos antes del crimen, y quien la aguardaba junto al pequeño Néstor José y su mamá Antonia Sánchez.

A las 11:00 p.m., cuando el cadáver ingresó a su pueblo natal, lo menos que faltaron fueron medios para transportarlo, una caravana de más de 30 vehículos le acompañaban.



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