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RELATORIO DE LA CONFERENCIA
Sociedad Interamericana de Prensa (SIP)
INTRODUCCIÓN

En los últimos años, las pandillas juveniles surgidas en ghettos de Los Angeles y otras ciudades de Estados Unidos han emigrado lentamente hacia Centroamérica, en donde se han transformado en poderosas redes delictivas. La migración de los miembros de las pandillas fue estimulada por deportaciones dictadas por autoridades de inmigración estadounidenses, las que, constreñidas por las leyes del país, no informaron debidamente sobre los antecedentes penales de los deportados. Y como Estados Unidos estaba preocupado por otras situaciones, y como el gobierno regional subestimó las posibilidades de las pandillas para multiplicarse, éstas crecieron tanto en poder como en número. Hoy se calcula que tienen entre 70.000 y 100.000 miembros. Los maras plantean el desafío más serio a la paz en la región desde el final de las guerras civiles de Centroamérica. Y el peligro no se limita a la región.

Alentadas por un crecimiento explosivo de la población joven y por numerosos problemas sociales, como la pobreza y el desempleo, las pandillas se están extendiendo, dispersándose en México y más allá, incluso dentro de Estados Unidos. Las políticas de contención en un país han trasladado el problema al siguiente. Las conexiones transnacionales de los maras alimentan una próspera industria del delito juvenil que florece en Estados Unidos, México y la región centroamericana.

La Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) organizó en febrero del 2006 la conferencia internacional "Periodismo, violencia y pandillas en Centroamérica", para explorar las técnicas y métodos que podrían ayudar a los periodistas latinoamericanos a mejorar la cobertura informativa sobre las pandillas, conocidas como maras, y otros aspectos del delito juvenil. La conferencia reunió a reporteros, directores de medios, funcionarios del gobierno y representantes de las fuerzas policiales de la región y Estados Unidos. El intercambio fue abierto y sincero, y de éste surgieron muchas ideas acerca de cómo los medios de noticias pudieran tratar el tema de las pandillas. Asimismo, la reunión pasó revista a las prácticas actuales en varios países.

ANTECEDENTES

La presencia de maras en Centroamérica se remonta a 1992. Como secuela de disturbios en Los Angeles, la policía determinó que la mayoría del saqueo y la violencia había sido realizada por pandillas locales, entre ellas la Mara Salvatrucha, entonces un grupo poco conocido de inmigrantes salvadoreños. (Mara = pandilla; y trucha = persona astuta). En respuesta, California puso en vigor nuevas y estrictas leyes antipandillas. Los fiscales comenzaron a presentar cargos a sus miembros como adultos y no como menores, y enviaron a centenares de delincuentes latinos a la cárcel por delitos graves. Luego vino la legislación de "Tres fallos y estás fuera" (en inglés, three strikes and you're out), aprobada en California en 1994, que aumentó dramáticamente el tiempo de cárcel para delincuentes condenados por tres o más delitos.

En 1996, el Congreso extendió el enfoque de mayor rigor a las leyes de inmigración. Ahora repatriarían a sus países de origen a los no ciudadanos condenados a un año o más de prisión. Incluso a los norteamericanos naturalizados se les podría retirar su ciudadanía y expulsarlos una vez que cumplieran sus sentencias. La lista de delitos susceptibles de deportación aumentó, e incluyó actos como conducir en estado de ebriedad y hurto. Consecuentemente, entre el 2000 y el 2004, 20.000 jóvenes delincuentes de origen centroamericano, cuyas familias se habían asentado en barrios pobres de Los Angeles en los años 80 después de huir de las guerras civiles, fueron deportados a sus países, a los que apenas conocían. Muchos de los deportados eran personas de habla inglesa que habían llegado a Estados Unidos siendo bebés, pero nunca se habían molestado en tramitar su residencia o ciudadanía legal.

Los deportados llegaron a Centroamérica con pocas perspectivas, con excepción de sus conexiones de pandilla; muchos eran miembros de MS-13 y otro grupo de Los Angeles: la Pandilla de la calle 18 (que tomó el nombre de Mara 18 o M-18, en Centroamérica). Los gobiernos locales –que intentaban desesperadamente avanzar en la reconstrucción después de una década de paz– no tenían ninguna idea de quiénes eran realmente sus nuevos ciudadanos: el nuevo reglamento de inmigración de Estados Unidos prohibía a los funcionarios divulgar los antecedentes penales de los deportados.

El resultado, predecible, fue un desastre. Al principio, pocos funcionarios centroamericanos prestaron atención a los recién llegados. Pero éstos, con sus tatuajes extraños, su mezcla de español e inglés y sus actitudes rebeldes pronto se hicieron notar. Poco después de su llegada, ya estaban involucrados en el narcotráfico.

En los años siguientes, las deportaciones continuaron. Mientras más miembros destacados de la pandilla eran deportados desde Los Angeles, las pandillas de maras crecían, recibiendo infinidad de reclutas entre una población inmensa de jóvenes privados de derechos. Hoy, las pandillas regularmente pelean entre sí, y entre ellas y la policía, por el control de los barrios de la clase trabajadora e incluso de ciudades enteras.

En 1992, los gobiernos regionales instituyeron medidas draconianas para luchar contra las pandillas. La batalla fue conducida por el presidente de Honduras Ricardo Maduro, quien introdujo una serie de leyes de "tolerancia cero". El Salvador le siguió. El enfoque de mayor rigor tuvo impacto inicialmente, pero ha sido criticado fuertemente por grupos de derechos humanos, y parece no haber evitado el crecimiento de las pandillas. El presidente Manuel Zelaya, ganó las elecciones en Honduras el pasado noviembre con una plataforma de reformas sociales y económicas para lidiar con el problema de las pandillas.

EN ESTADOS UNIDOS

Los delitos de violencia han declinado en Estados Unidos desde 1994, pero la membresía de las bandas hispanas se ha ampliado. Buena parte de este aumento se ha alimentado de las capacidades transnacionales de las dos pandillas Mara Salvatrucha y M18. Debido al fenómeno transfronterizo, los acontecimientos en Estados Unidos tienen un impacto directo en Centroamérica y viceversa. Lo que sigue es un resumen de los problemas de las pandillas en Guatemala, Honduras y El Salvador.

Honduras: Es el país más violento de América Latina, con 46 homicidios por cada 100 mil habitantes. Estadísticas de la policía estiman que existen 36 mil miembros de pandillas en los centros urbanos principales del país de San Pedro Sula y Tegucigalpa. El crecimiento de pandillas fue afectado por la deportación masiva de los miembros de la pandilla hondureña en Los Angeles. Las dos bandas principales son M 18 y Mara Salvatrucha, la primera con mayor cantidad de miembros. Como en Estados Unidos, el reclutamiento apunta a niños de 8 años, pues el castigo para ellos es más suave. Honduras contaba con una dura ley antipandillas llamada Mano Dura desde 1999. Sin embargo, el presidente Manuel Zelaya prometió incorporar más programas sociales para lidiar con el problema del delito juvenil.

El Salvador: Desde que terminó la guerra civil, las pandillas son el problema más serio que afronta el país. Curiosamente, las áreas más violentas del país, no son aquéllas más devastadas por la guerra, sino las provincias occidentales, donde la guerrilla tenía menos influencia. La policía estima que el 60 por ciento de los homicidios se relaciona con la violencia de pandillas y, según un estudio reciente de Naciones Unidas, la violencia en El Salvador drena $1.7 mil millones anuales a la economía del país. Las tasas de homicidio en algunos municipios en el 2004 alcanzaron 129 por cada 100 mil, aunque la tasa nacional es de 40 por 100 mil. Hay 39 mil miembros de bandas, dominadas en un 60 por ciento por la Mara Salvatrucha, 30 por ciento por M18 y el resto por otras pandillas. El problema se ha agudizado en el último año y se espera que sea un factor dominante durante las elecciones legislativas del 2006.

El presidente Tony Saca consiguió su elección con promesas de introducir políticas más duras contra las pandillas. Su política de Super Mano Dura se ha centrado en una rigurosa aplicación de la ley. El gobierno tiene otros dos programas, Plan Mano Amiga y Plan Mano Extendida. El primero es un programa de prevención del delito, y el segundo se enfoca en la rehabilitación. El financiamiento para estos dos programas, no obstante, es apenas un 20 por ciento del presupuesto, mientras que el 80 por ciento restante se utiliza en la aplicación de la ley.

Guatemala: Existen entre 14 mil y 165 mil miembros de pandillas. La carencia de cifras fidedignas dificulta el desarrollo de programas que aborden el problema. Ochenta por ciento de los miembros pertenece a MS 13 y 15 por ciento a M 18; el resto, a otras bandas más pequeñas. Cada vez más las pandillas están participando en el crimen organizado y el narcotráfico. El presidente Oscar Berger se ha opuesto a una legislación más dura contra éstas.


LA REUNIÓN

El evento fue inaugurado por el presidente de Honduras, Manuel Zelaya, quien firmó la Declaración de Chapultepec. El gobernante destacó en su discurso inaugural la importancia y responsabilidad que, en su opinión, tienen los medios y demás sectores de la sociedad para que la juventud no se integre a las pandillas. La presidenta de la SIP, Diana Daniels, señaló que la reunión se había organizado para aprender sobre este serio problema que afecta a toda Centroamérica, México y Estados Unidos. Honduras "es una excelente caja de resonancia para las Américas y el mundo" en el tema de las pandillas, apuntó Daniels. "El diálogo, el debate y las experiencias que se discutirán aquí nos brindarán los elementos para hacer un periodismo de mayor calidad".

El presidente Zelaya, quien ganó las recientes elecciones con una plataforma política que prometió resolver el problema de las pandillas mediante servicios sociales en vez de políticas de mano dura –favorecidas por el presidente Ricardo Maduro–, declaró que estaba complacido de que Honduras hubiera sido seleccionada por la SIP para la conferencia. "Tengo en el cargo sólo dos semanas, pero en estos pocos días hemos sabido cuál será el conflicto futuro en nuestro país", expresó. Zelaya dijo que su gobierno está tratando de salvar a la juventud hondureña. "Nuestras cárceles están llenas de niños", agregó, y subrayó que el país había fallado a su población joven, que tiene solamente dos opciones: unirse a las pandillas o emigrar a Estados Unidos.

Panel 1: El espectáculo de los medios

Mauro Cerbino, antropólogo de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, FLACSO, de Quito, Ecuador, tuvo a su cargo la primera presentación. Cerbino ha dirigido investigaciones sobre pandillas juveniles en Ecuador y sobre los hijos de inmigrantes ecuatorianos en Barcelona, España. Señaló que la prensa ha sido deficiente en la representación de las pandillas juveniles en América Latina, y su cobertura se caracteriza a menudo por una vasta “simplificación y trivialización" de la vida de esos jóvenes. Muchos de los problemas se deben a que la prensa carece de agenda, el uso limitado de fuentes, la yuxtaposición de hechos y la reproducción de estereotipos, sostuvo.

Expresó que una historia debe ser como la película Rashomón, del cineasta japonés Akira Kurasawa, que cuenta la misma historia según los puntos de vista de varias personas. "La policía, la juventud, y las ONG tienen diferentes versiones de esa misma realidad”, apuntó. Según Cerbino, la vida cotidiana es apresurada. "Hay una histeria que es inducida por los medios de noticias".

Muchos de los problemas se basan en el hecho de que los periodistas utilizan solamente las fuentes secundarias para su trabajo sobre este tema. El periodista se convierte en una caja de resonancia para la policía, expresó. La violencia, dijo Cerbino, es un "círculo vicioso". El victimario es a menudo una víctima. Pero la presentación errada lleva a la estigmatización de grupos étnicos específicos, que se categorizan como "violentos", declaró.

Un fiscal hondureño, que se encontraba en la audiencia, preguntó a Cerbino cómo la prensa podía ayudar a influir en la opinión pública y en las políticas del gobierno sobre las pandillas. Cerbino respondió que la prensa nunca tendrá un verdadero impacto en el debate sobre pandillerismo hasta tanto no desarrolle mejores habilidades para escribir sobre el tema. "No pueden dejar que el gobierno sea el que decida el tipo de historia en lo referente a la violencia de la juventud", manifestó.

Panel 2: Decisiones editoriales y cobertura de noticias sobre violencia y pandillas juveniles

Esta parte contó con la participación de los directores de tres periódicos de América Central, José Roberto Dutriz, presidente del diario La Prensa Grafica, El Salvador; Gonzalo Marroquín, director ejecutivo de Prensa Libre, Guatemala; y Jorge Canahuati, presidente de los diarios La Prensa y El Heraldo, Honduras.

Doce años después de que las primeras pandillas aparecieron en la región, los tres periódicos han desarrollado diferentes estrategias de información. Dutriz, de El Salvador, señaló que su periódico optó por una nueva manera de reportar la violencia. Contrataron a Germán Rey, consultor colombiano, quien elaboró un Manual sobre cómo informar sobre el tema. "Antes de eso dedicábamos demasiado espacio a los hechos violentos en las páginas del periódico", apuntó Dutriz. "Decidimos que cada crimen es una tragedia humana y en El Salvador (donde 3,771 personas murieron violentamente en el 2005), la información no debe centrarse solamente en crímenes y asesinatos".

Una historia que el periódico se sintió orgulloso en investigar fue sobre las ciudades menos violentas del país, en vez de las más violentas. “En el tema de las pandillas juveniles hemos comenzado a ver a los miembros como individuos con sus propios problemas, no sólo como simples delincuentes. El periódico dejó de identificar a las pandillas implicadas en delitos específicos y no publica fotografías de sus miembros con tatuajes o haciendo señales con la mano”.

Gonzalo Marroquín, de Prensa Libre, Guatemala, declaró que los medios de noticias tienen que informar y explicar el problema. Las pandillas, señaló, son resultado de la pobreza y la desintegración social. Y su impacto en la sociedad se extiende desde la violencia, el narcotráfico y el crimen organizado, hasta la confrontación social.

“Tratamos de cubrir los tres elementos que se asocian a menudo a las pandillas", expresó. Primero, está la respuesta policíaca y de otras autoridades. Después, la reinserción en la sociedad de esos jóvenes que desean salirse de las pandillas y, por último, la prevención. "La prensa contribuye a la solución de este problema escribiendo sobre estos tres elementos", sostuvo Marroquín.

Respondiendo a la crítica de Cerbino en el sentido de que los medios regionales no son autocríticos, Marroquín señaló que se lleva a cabo mucho análisis del contenido. "El tema de las pandillas es problemático. Su violencia se convierte en noticia, y no porque no analicemos las noticias. La violencia de la pandilla afecta a la sociedad en general y tenemos que informar definitivamente sobre eso, incluso aunque sea una realidad muy cruda ", subrayó. “La prensa es solamente un intermediario en el tema", apuntó, agregando que una forma de que la prensa pueda contribuir mejor a una comprensión de las causas sociales y económicas de las pandillas, es mediante los proyectos de periodismo cívico, el cual se apoya en fuentes no tradicionales y presenta diversas maneras de contar una historia.

Jorge Canahuati, presidente de los diarios La Prensa y El Heraldo, de Honduras, señaló que las pandillas han estado presentes en su país en los últimos veinte años, aunque se han tornado más poderosas en los pasados diez años. "Controlan vecindarios enteros a donde no llegan las autoridades. La sociedad se ha convertido en prisionera de estos grupos ", precisó.

Honduras ha enfrentado el problema, pero el país no puede ganar la batalla porque tiene 7 mil policías, mientras que, según se estima, un país de un tamaño similar debe tener 16 mil efectivos policiales. "El nuevo presidente ha prometido sumar dos mil policías anuales", dijo, y agregó que la cifra no sería suficiente a largo plazo debido al crecimiento de la población. Las actividades de las pandillas son difíciles de evaluar y controlar, puesto que se han integrado al crimen organizado en el país", afirmó Canahuati.

"La Fiscalía General, creada hace algunos años con mucha fanfarria, no es eficaz. No existe un plan estratégico que incluya prevención, represión y reinserción para estos jóvenes, que según el Ministerio de Seguridad, sobrepasan los 32 mil ", apuntó Canahuati.

El problema ha empeorado por la deportación de inmigrantes hondureños desde Estados Unidos, explicó. En el 2005, por ejemplo, llegaron 18 mil personas, muchas de ellas miembros de pandillas. Obviamente, la prensa tiene que divulgar qué está sucediendo en las calles, indicó. Canahuati dijo que la solución radica en mejorar las condiciones sociales para muchos hondureños pobres, así como elevar el nivel técnico de la policía.

Explicó que su periódico provocó la cólera de las pandillas el año pasado, cuando La Prensa publicó un informe especial sobre la presencia de la pandillas en vecindarios de la clase obrera de San Pedro Sula, el centro de negocios más importante de Honduras, donde los líderes pandilleros fijaban un impuesto de guerra a los residentes locales. “Amenazaron a nuestros trabajadores, y la inteligencia nos comunicó que estábamos en peligro de que las instalaciones del diario fueran atacadas con armas de asalto", relató.

Luego de dicho incidente, ambos diarios, dirigidos por Canahuati, han revisado las reglas de seguridad al informar sobre pandillas. Así, evitan publicar imágenes grotescas; no escriben sobre secuestros a menos de que se trate de funcionarios, y publican solamente después de que las víctimas hayan sido liberadas; no identifican a las pandillas juveniles; informan sobre el modus operandi de las pandillas como orientación para la población; consideran a las pandillas como grupos del crimen organizado; a los arrestados se les identifica solamente como sospechosos, a menos de que las autoridades lo presentan de otro modo.

Canahuati declaró que sus periódicos no pretenden poseer la solución al problema de las pandillas y ésta fue la razón por la que dio la bienvenida al foro.

A Dutriz, de La Prensa Gráfica, de El Salvador, le preguntaron si el diario es crítico de las políticas de línea dura establecidas en el país. Dutriz respondió que su periódico continúa investigando y editorializando acerca de las políticas nacionales. "No decimos que la política de mano dura ha fallado. Respetamos el papel legítimo del Estado en intentar suprimir el problema", expresó.

Al final, Marroquín, señaló que cada medio de noticias tenía el derecho y la independencia para seleccionar su línea editorial. “Hay los que apoyan la política de mano dura; están los publican fotos agresivas; están dentro de su derecho a hacerlo. El público decide qué medio desea ver o leer", concluyó.

Presentación en video de Cresencio Arcos, embajador de Estados Unidos, secretario asistente, Asuntos Internacionales, Departamento de seguridad nacional.

Se presentó al foro una entrevista en video a Cresencio Arcos, ex embajador en Honduras y director de operaciones internacionales del departamento de Seguridad Nacional.

¿Cuál es la política de Estados Unidos hacia el tema de las pandillas juveniles de Centroamérica?

Nuestra política es arrestar a los miembros y después deportarlos. Tenemos un programa que coordina las repatriaciones con los gobiernos de México y de los países de Centroamérica. Esto es un problema enorme para EE.UU. Hay más de 150 mil miembros de pandillas en Estados Unidos. No sabemos cuántos son mexicanos y cuántos centroamericanos. Dado el tamaño del problema necesitamos encontrar una solución más radical, pero no podemos hacerlo solos; tenemos que hacerlo con la ayuda de América Central y de México.

¿Cómo se efectúa la repatriación de los miembros de pandillas? ¿Ustedes brindan la documentación necesaria para que los países de recepción puedan protegerse?
En el pasado había una cierta discrepancia en lo referente a este tema. Ahora tenemos una comprensión mejor. El problema mayor que tenemos es cómo apresurar la detección y la repatriación de los pandilleros.

Puesto que el problema tiene características internacionales, ¿cómo coordinan las acciones entre Estados Unidos y Centroamérica?

Necesitamos ofrecer más ayuda a esos países para el entrenamiento de la policía. A su vez, ellos necesitan mejorar sus programas, entre ellos la necesidad de aumentar y construir más prisiones. El último tema es algo que debe encarar cada país.

¿Qué sugerencias tiene para los medios de noticias de la región?

Primero, hay demasiado sensacionalismo y amarillismo relacionados con este tema no solamente en la prensa regional, sino también en la de Estados Unidos. Este sensacionalismo ayuda al reclutamiento de nuevos miembros, por cuanto la juventud reacciona de modo diferente y desea incorporarse a una banda que está en las noticias. Los medios necesitan entender de donde salen las pandillas, necesitan entender las causas socioeconómicas que propician el problema. En Estados Unidos tenemos 150 mil miembros de pandillas, y muchos de ellas dirigen cadenas de prostitución, robos de coches, venta de documentos falsos y narcotráfico. Tenemos que entender que son muy móviles. Tenemos que cuidarnos de no exagerar su poder cubriendo solamente su lado violento.

¿Existe algún criterio antiinmigrante en las políticas antipandillas?

Soy mexicano-norteamericano y entiendo que tenemos que ocuparnos de este problema de manera constructiva, para que no se convierta en un tema de tipo étnico. Se sospecha que la mayoría de las pandillas son hispanas, pero no debemos estereotipar el problema y pensar que son solamente hispanos. Siempre ha habido pandillas en Estados Unidos. Las primeras eran italianas, y luego los judíos, y todos los grupos étnicos, crearon su mecanismo de defensa. Pero no tenían el vínculo internacional que tienen ahora. La magnitud de la inmigración hispana es enorme. El papel de la prensa en ayudar a entender el problema es extremadamente importante.

Panel: Las políticas gubernamentales centroamericanas sobre las pandillas juveniles

René Figueroa, ministro del gobierno de El Salvador, declaró que las mayores críticas contra leyes antipandillas más fuertes provienen de "sectores que han hecho negocios al margen de los derechos humanos". Señaló que el gobierno, los medios y el público necesitan estar alertas de no hacer "ningún tipo de apología de las actividades delictivas" relacionadas con las pandillas. "Los miembros de las pandillas utilizan los medios de noticias para exagerar sus crímenes. Se han convertido en un cáncer para la región, México y Estados Unidos ", indicó. Defendió las políticas de su gobierno argumentando que se centraban en cuatro áreas: disuasión, prevención, ataque frontal contra el delito y rehabilitación.

Afirmó que "las políticas de super Mano Dura” ya se habían anotado algunas victorias, entre ellas evitar que las escuelas sean centros del reclutamiento para la pandilla, y la reducción de los secuestros en El Salvador. Indicó que aunque había opiniones encontradas acerca de cómo lidiar mejor con las pandillas, la región necesitaba actuar de conjunto. "Demostrar que el crimen no paga. Necesitamos que ustedes demuestren que el respeto a la ley paga más", sostuvo.

Carlos Vielmann, ministro de Gobierno de Guatemala, expresó que la ola de violencia que enfrentaba la región era impresionante. Por ello su gobierno no procuraría solucionar, por sí solo, un problema que tiene orígenes transnacionales. Pero indicó que resultaba obvio que había razones locales para el crecimiento de las pandillas, tales como carencia de oportunidades de empleo para la juventud, migración, falencias del sistema educativo, carencia de centros recreativos y cultura de violencia. "No podemos ignorar que las pandillas están conectadas con el crimen organizado. En Guatemala hay tres grupos definidos: jóvenes en riesgo, jóvenes que son miembros de la pandilla, y delincuentes y asesinos".

Según Vielmann, Guatemala ha introducido varios programas de prevención del delito entre la juventud, pero dijo que el más importante era un programa dedicado a la violencia de familia, porque muchos de los jóvenes violentos fueron víctimas antes de convertirse en victimarios.

Sin embargo, señaló que el índice de jóvenes arrestados se había elevado en años recientes en Guatemala. Apenas en el 2005 había 4.641 jóvenes detenidos por asalto, drogas y porte encubierto de armas. "Damos seguimiento a los jóvenes deportados desde Estados Unidos y México. Los que vienen de Estados Unidos continúan sus actividades delictivas en Guatemala ", apuntó.

Indicó que el año pasado México repatrió a 175 mil personas, pero de ellos solamente 84 mil eran guatemaltecos; 65 mil, hondureños y 37 mil, salvadoreños En el 2005, el número de guatemaltecos deportados desde Estados Unidos fue 12.512. Estas cifras demuestran que la cooperación entre las naciones centroamericanas y entre éstas y Estados Unidos era vital, precisó. Vielmann señaló que las relaciones de Guatemala y Estados Unidos, en lo relativo al tema de las pandillas, eran satisfactorias. La experiencia de Estados Unidos en el combate de las pandillas ha sido útil para los funcionarios guatemaltecos, apuntó. "No tenemos ninguna solución inmediata al problema de las pandillas, pero tenemos la ambición de que podremos recuperar nuestras calles", concluyó.

Álvaro Romero, ministro de Seguridad de Honduras dijo que la "delincuencia no es un problema de leyes", y agregó que hay muchas leyes en los libros. Manifestó que hay alguna gente que desea solucionar este problema con las fuerzas policiales. "No podemos solucionar el problema sin la participación ciudadana", añadió.

Ilustró otros temas relativos a las pandillas: Es un problema transnacional; muchos jóvenes desean rehabilitarse, pero nadie en la región cree en la rehabilitación. "¿Quién va a contratar a un ex miembro rehabilitado de la pandilla como jardinero en su casa?", preguntó. También afirmó que la tasa de violencia en la región engendra violencia entre la juventud. Expresó que su gobierno iba a tomar medidas para estudiar cómo algunos lugares no tienen pandillas mientras otros están llenos. Agregó que la violencia está muy conectada con los deportados. Honduras tenía el año pasado 8 mil deportados desde Estados Unidos. El año anterior la cifra fue de 18.500, dijo. Muchas de estas personas son ciudadanos que respetan la ley, pero otros son delincuentes profesionales que fueron a Estados Unidos a obtener un grado avanzado en delincuencia.

Declaró que Honduras ha experimentado con muchas ideas para combatir a las pandillas. Pero hay algunas realidades que enfrentar, indicó. Honduras es el país con la población más joven de América Latina: 55 por ciento del país tiene 15 años o menos, y el 50 por ciento de la población es analfabeta.

Señaló que el gobierno de presidente Zelaya se ocuparía de cada lugar de modo individual para encontrar errores y soluciones en la lucha contra las pandillas. "Cada vecindario o área tiene sus propias soluciones", subrayó. El gobierno hondureño planea trabajar con los líderes comunitarios y los alcaldes locales para abordar el problema.

Un participante en el foro preguntó al Sr. Romero acerca de la política de reinserción bajo el gobierno de Zelaya. Romero explicó que ha hablado con algunos miembros de la pandilla quienes dijeron que viven como murciélagos en sus hogares, sólo se atreven a salir en la noche debido a sus tatuajes y el miedo a ser apresados por la policía. "Me han dicho que tienen que salir a robar porque no tienen otra manera de alimentarse", expresó.

"Si estos hombres desean rehabilitarse, como sucede con los alcohólicos, debemos brindarles esa opción", agregó. Reconoció que los procesos de reinserción toman un tiempo largo y que no funcionan con algunos pandilleros. Pero insistió en que la reinserción debe perseguirse como política a largo plazo.

Vielmann señaló que Guatemala también ha comenzado un programa de reinserción social fuera de las cárceles.

Romero explicó que, de acuerdo como se comportaba la tasa de la región, la mitad del país estaría en la cárcel y la otra mitad se encargaría de vigilarla. "La solución es la educación", subrayó. Otro miembro del público preguntó acerca del futuro de la comunidad policial de Honduras. Romero afirmó que los gobiernos tenían que dejar de ver a la policía como la solución del problema. "Necesitamos coordinar mejor las acciones entre el gobierno local, los grupos comunitarios y la policía", apuntó.

Otra pregunta fue qué podría hacer el gobierno cuando los miembros de pandillas regresan de Estados Unidos con más preparación para cometer delitos. Figueroa, de El Salvador, dijo que su país está tratando de llegar a un acuerdo con Estados Unidos, mediante el cual las autoridades estadounidenses permitirían que cumplieran las penas de cárcel en El Salvador.

Panel: Una colaboración sociedad-periodismo: seguridad urbana y pandillas juveniles

Este panel fue conducido por Fabio López de la Roche, historiador y crítico de los medios de Universidad Nacional de Colombia. Señaló que los gobiernos necesitan políticas de comunicación de seguridad urbana. Las sociedades abiertas, manifestó, se benefician de tener una comunicación efectiva entre el público y sus fuerzas de seguridad, agencias estatales y otras organizaciones del Estado. La comunicación social, afirmó, contribuye a la participación del ciudadano en el gobierno local y a resolver los problemas de la sociedad.

Sugirió que Honduras debía diseñar programas de comunicación que ayudaran a movilizar a los ciudadanos para abordar el problema de las pandillas, mejorar el sistema escolar, explorar cómo detener la violencia doméstica y asistir a los jóvenes en riesgo y miembros de pandillas.

Afirmó que la sociedad y el gobierno necesitaban aprovecharse de las varias opciones sociales de ayuda disponibles para abordar el problema de las pandillas. Mejorar la participación de las iglesias en programas con miembros de pandillas; promover la participación de los ciudadanos en programas de prevención; publicar la percepción que los miembros de las pandillas tienen sobre la sociedad y la policía; y mejorar su diálogo con grupos de la sociedad, policía y agencias gubernamentales.

Añadió que era importante que cualquier programa de gobierno tome en cuenta cómo los individuos pueden perder su dirección en la vida. Los miembros de pandillas no son la única gente en una sociedad que cae y pierde el control de sus vidas, apuntó. Nunca discutimos cómo este fenómeno le sucede a la gente, dijo. ¿Cómo puede una persona reconstruir su vida?, se preguntó. En la reinserción, señaló, resulta imperativo ayudar a que las personas aprendan a ver que tienen cualidades por las que vale la pena luchar. Expresó que el periodista debe centrarse en estas historias, usando como fuentes a sociólogos, psicólogos y otros expertos.

Indicó que le pareció extraordinario conocer a través de los ministros de la región cuán difícil es mejorar la seguridad regional. Mejorar la seguridad pública es complicado, porque depende obviamente de impactos sociales, políticas sociales, acciones punitivas e interacciones múltiples entre todos los ciudadanos del país, las ciudades y vecindarios.

Describió una política que fue introducida en 1995 por la oficina del alcalde de Bogotá. La política intentó construir normas sociales bajo las cuales sus residentes podrían interactuar. Es decir, la gente tenía el derecho a continuar sus actividades en la ciudad sin victimizar ni ser víctima de los demás. Una acción que tuvo su impacto fue la declaración que se puso en la entrada del cementerio nacional en Bogotá: “La vida vale la pena”. "Parecía superfluo, pero significó mucho, y dejó una huella”, afirmó.

"Si buscamos Super Mano Dura", dijo, "¿por qué no buscar super políticas sociales que propongan otras maneras de terminar con la violencia?"

Los periodistas necesitan presentar ideas que ayuden a que la ciudad construya una sociedad funcional, señaló. "Hay que prestar atención a los movimientos sociales”. También declaró que el periodismo de investigación debía ser activo en tratar de descubrir los abusos de poder. Hay que vigilar a la policía y a otras agencias gubernamentales que siguen políticas de mano dura, apuntó.

José Miguel Cruz, sociólogo y director del Instituto de Opinión Pública de la Universidad Centroamericana de El Salvador, habló de la experiencia que ha tenido su Instituto al investigar las pandillas de Centroamérica. “Voy a hablar de pandillas y no de periodismo", advirtió, "pues he estado estudiando estos grupos en los últimos diez años". Así, explicó que las pandillas se presentan en América Central en diversos momentos, pero mucho antes de lo que se cree. "En Guatemala ya se habla sobre maras en 1985, y en El Salvador, en 1990".

Agregó que las pandillas crecen debido a una combinación de varios problemas. Socialmente, los miembros de las pandillas son excluidos de la economía normal establecida; crecen en las áreas donde la violencia es un fenómeno común. Este crecimiento urbano es desordenado, y se forman los ghettos. Existen áreas donde no hay servicios sociales para la juventud y los niños, donde los padres han emigrado o los propios jóvenes emigran a México y Estados Unidos, se destruyen las estructuras familiares y se separan las familias. Las comunidades donde germinan las pandillas no tienen organizaciones comunales, cada cual se preocupa de sí mismo. No hay confianza entre vecinos, y hay una carencia de espacio y participación para las actividades de barrio. Hay también una alta presencia de drogas y armas.

Los niños que se integran a las pandillas provienen de familias problemáticas, donde los padres no se ocupan de los hijos; donde la disciplina de familia se aplica violentamente; y donde ya hay un alto número de amigos y de compañeros de escuela que son miembros de las pandillas. "La juventud se une a las pandillas porque es la única manera de ser independiente y de ganar un poco de dinero", precisó.

El problema de las pandillas se transforma cuando sus miembros ingresan al sistema carcelario. Es aquí donde se reorganizan y se integran a redes delictivas, expresó. "En la cárcel tienen todo el tiempo del mundo para conocerse entre sí, unirse al crimen organizado y reforzar sus lazos con el grupo”. Manifestó que es obvio que cuando se reprime a las pandillas, compran armas, exigen más lealtad de sus miembros, y convierten la lealtad al grupo en una cuestión de vida y de muerte.

En la medida en que el Estado aplica mayor represión, las pandillas desarrollan control del territorio. Hoy controlan cada aspecto de la vida en muchos sectores de El Salvador, en donde imponen un impuesto de guerra y han establecido toques de queda que los residentes deben obedecer.

Explicó que su Instituto ha desarrollado un orden de jerarquía sobre cómo los grupos comienzan a organizarse en pandillas:

• La juventud queda excluida y se involucra en pequeños conflictos en sus vecindarios.

• Los problemas no se resuelven y forma grupos juveniles que provocan desorden social.

• Después, los grupos juveniles se convierten en "bandas" y cometen delitos menores.

• Se convierten en pandillas y participan en delitos mayores como violación, asesinato, asalto y otros.

• Se integran al crimen organizado, y continúan involucrados en asaltos, asesinatos y narcotráfico. Este grupo es más pequeño, pero su impacto en la sociedad es mucho más serio.

¿Qué necesita hacer la sociedad?
Explicó que los programas de rehabilitación y reinserción podrían utilizarse para tratar con grupos de pandillas que no se relacionan con el crimen organizado. Una vez que lleguen al crimen organizado, se necesitan leyes más fuertes y cárceles seguras, apuntó. Indicó que la región centroamericana ha perdido un tiempo valioso. Por muchos años, las pandillas utilizaron solamente la violencia para luchar contra otras pandillas por territorio y entre sí en feudos internos, pero no se habían involucrado con el crimen organizado. Hoy el problema es más complicado.

La prensa, argumentó, podría contribuir a una mejor comprensión de las complejidades del problema. Así, podría examinar el papel gubernamental en atender este asunto y ofrecer espacios donde el gobierno y la sociedad podrían discutir diversas soluciones.

Un miembro de la audiencia preguntó si el fenómeno tiene relación con el período post-conflicto de América Central. Cruz respondió que esto había sido así con la primera oleada de los miembros de pandillas, pero no con los más jóvenes, que tienen entre 13 y 15 años y no habían nacido o eran bebés cuando terminó la guerra. Explicó que la política que se discute en Honduras, donde el gobierno quiere centrarse más en la reinserción de los miembros de las pandillas, necesita llevarse a cabo muy cuidadosamente. "El gobierno tiene que estar en capacidad de ofrecer algo a esta gente para que valga la pena abandonar sus grupos", subrayó. "Esta política hay que aplicarla de una manera muy calibrada".

SEGUNDO DÍA

Panel: La perspectiva de la Policía en la lucha contra las pandillas.

Participan el Sargento Nelson Arriaga, de la Unidad de Inteligencia del departamento de Policía de Los Angeles, California, y el Inspector Florencio Oseguera, de la Unidad de Prevención de Pandillas de Honduras.

Arriaga señaló que las pandillas juveniles son un problema mundial. En Estados Unidos, apuntó, hay pandillas desde fines del siglo XIX, cuando bandas de inmigrantes irlandeses se unieron y formaron los llamados Hooligans. Señaló que en Asia, las pandillas asiáticas conocidas como “tríadas” son mucho más antiguas.

Indicó que la banda M 18, tal como se conoce en Centroamérica la de 18th Street de Los Angeles, surgió en 1967, y creció rápidamente porque aceptó jóvenes de todos los grupos étnicos. La Mara Salvatrucha nació en 1982, cuando alrededor de un millón de refugiados salvadoreños llegaron con sus hijos a Los Angeles, huyendo de la guerra.

Los primeros miembros de la MS 13, habían conocido algo sobre la guerra, pero sus miembros actuales no tienen conocimiento alguno de lo que sucedió en El Salvador en los años 80. Según la ley de California, una pandilla es un grupo de tres o más individuos que participan en actividades delictivas. Las pandillas de California se identifican por su vestido, peinado y otros elementos. Su idioma es el spanglish.

Los miembros de las pandillas abandonan la escuela, comienzan a consumir alcohol y drogas y dejan de asistir a las reuniones de familia. Pasan mucho tiempo haciendo graffiti en sus libros y en cualquier parte. Llevan tatuajes y son rebeldes y agresivos. El tatuaje es una moda en Estados Unidos, así que el policía debe tener cuidado al identificar un tatuaje de pandillas.

Explicó que las pandillas en California se subordinan a dos importantes pandillas carcelarias conocidas como los norteños y los sureños. A esas dos pandillas mayores se les llama también Nuestra Familia y Mafia Mexicana, respectivamente. Las MS 13 y M18 son pandillas sureñas. Si una pandilla no paga impuestos a la Mafia Mexicana, el grupo podría conseguir que otros le declararan la guerra a esa pandilla.

La policía en Los Angeles entiende que el tiempo de cárcel para las pandillas es una etapa para intercambiar ideas, trucos y revisar por qué fallaron y por qué la policía los atrapó. Las pandillas están utilizando cada vez más armas de alto calibre. Explicó que las mujeres miembros de pandillas, conocidas como Jainas, son tan violentas como los hombres. En el pasado la policía cometió el error de pensar que eran menos violentas. Dijo que la música, las películas y el rap chicano contribuyen a extender la cultura de la pandilla. Agregó que la policía ha encontrado dos películas de aficionados que promocionan la vida de pandillas y se utilizan para reclutar a nuevos miembros.

Los miembros de la banda tienen un alto nivel de comunicación. Son muy inteligentes, no en el sentido académico, sino en el de la sabiduría callejera. El graffiti es el periódico de la calle. Hay que saber entenderlo para conocer quién está en la región. Utilizan teléfonos celulares e internet para comunicarse entre sí. Señaló que el problema de las pandillas en Honduras no desaparecerá muy pronto. "Está profundamente enraizado en la cultura", dijo.

Su mentalidad es inculcar respeto, proteger reputaciones y luchar si cualquiera de esos dos elementos se cuestiona. "Tienen sus propios valores, su propio idioma. Es una subcultura. Yo los respeto a ustedes por ser seres humanos y por ser profesionales. Para ellos el respeto significa hablar con un arma puesta tu cabeza. Siembran el miedo para que hagas lo que ellos quieren. La reputación que logran con el miedo en el corazón de la gente es el respeto que desean", abundó. Las confrontaciones callejeras entre pandillas se conocen como "revanchas". Utilizan ropas holgadas para camuflar las armas.

¿Cómo lidiar con este problema? Es una tarea de todos y comienza en el hogar. La práctica de algunos medios en Centroamérica de pedir a los miembros de pandillas que se levanten sus camisas y muestren sus tatuajes los hace más famosos y promueve el fenómeno. Su recomendación a los medios de noticias es ésta: No glorificar los delitos y no escribir reportajes sensacionalistas.

El inspector Florencio Oseguera, de la Unidad de Prevención de Pandillas de Honduras, señaló que el modo en que operan las unidades de pandillas en Estados Unidos y Honduras es totalmente diferente, especialmente debido a su equipo y entrenamiento.

Sin embargo, señaló que los policías de Centroamérica han aprendido muchas lecciones en su batalla por eliminar las pandillas. Como otros oradores, Oseguera expresó que la proliferación de pandillas en Honduras tenía los mismos orígenes que en otros países: familias quebradas que desestabilizan a los jóvenes, deserción escolar, desempleo, influencia de los medios, inmigración y deportaciones.

Manifestó que las pandillas en Honduras no son estáticas, pues cambian su vestuario. Ahora no usan la misma ropa del pasado. Las pandillas en Estados Unidos son más domésticas en comparación con las pandillas de Centroamérica. Según estadísticas de la policía, hay 36 mil miembros de pandillas en Honduras. Pero Oseguera dijo que las pandillas están muy organizadas y estima que nadie sabe en realidad el número exacto de sus integrantes ni estructura organizativa.

Indicó que había muchos tipos de pandilleros. Está el miembro abierto y aquél que no está con la pandilla y se encuentra semiretirado, pero se incorpora a ésta cuando es necesario, o aquél que sostiene que ha abandonado la pandilla. Oseguera rechaza la idea de que un miembro pueda dejar la pandilla. “Muchos de ellos alegan que están buscando a Dios en la cárcel y utilizan la Biblia, pero están solamente siguiendo un plan", afirmó; y agregó que en realidad nunca salen de la pandilla. Explicó que las pandillas se las han arreglado para infiltrar a muchas instituciones hondureñas y que éste era un fenómeno que debía haberse atendido hacía largo rato.

Las pandillas, explicó, no sólo cometen simples atracos. Están metidas en actividades como el narcotráfico y el contrabando humano. Atraen a los jóvenes en el momento en que éstos se rebelan dentro de la familia, y explotan situaciones como la falta de atención paterna, padres desaparecidos y pobreza. "Se ganan al adolescente cuando éste ve un enemigo en cada figura de la autoridad. Los padres son los últimos en enterarse de que su hijo está en una pandilla”, afirmó. Al principio la pandilla se porta muy amable con el nuevo miembro, "todo es amor", pero al final se percata de la dureza de la vida de pandilla. Si quiere dejarla, se toman represalias contra su familia, así que el joven tiene que quedarse.

El artículo 332 del Código Penal hondureño, que establece el arresto de una persona si usa tatuajes de pandillas, sólo sirve para detener a sospechosos. El policía tiene que probar que el detenido es un miembro de una pandilla. Así, las pandillas han introducido nuevas reglas para evadir la detección en Honduras. Pueden negar públicamente que son miembros, algo que era penado con la muerte en el pasado. Pueden actuar como si los hubieran rehabilitado con una intervención cristiana o terapéutica. También han comenzado a quitarse sus tatuajes y se están haciendo invisibles, mezclándose con la población en general
"Son manipuladores. Nos hacen llorar", reconoció Oseguera.

Las autoridades hondureñas han limitado los recursos, lo cual hace más difícil terminar las investigaciones. "Solamente contamos con cuatro investigadores para ocuparse de todos los delitos de las pandillas", señaló. También indicó que la policía ha sufrido represalias. "El año pasado las pandillas asesinaron a varios policías", apuntó. Dos pandillas, las M 18 y MS 13, hicieron un pacto de no agresión y se están reestructurando. Han cambiado todos sus apodos y se han dividido el mercado delictivo.

En términos de cobertura de prensa, Oseguera dijo que algunas informaciones exageran la percepción de la inseguridad entre los residentes locales; otras brindan a las pandillas publicidad gratuita; otras generan competencia entre los grupos que luchan por reputación, prestigio y respeto.

La audiencia le preguntó la razón por la que son solamente dos las pandillas en Honduras. Oseguera explicó que resultaba imposible para cualquier otra pandilla entrar a Honduras ahora, porque esas dos pandillas estaban muy bien establecidas. Hay una más pequeña, con el nombre de Vatos Locos, que proviene de Los Angeles, pero tiene cierta relación con MS 13.

También le preguntaron qué opciones había para los miembros de pandillas que querían abandonarla. Oseguera dijo que muchos jóvenes se han ido, pero la presión para retornar a la pandilla es intensa. Precisó que la política de mano dura no era la solución al problema, sino solamente la admisión de que el problema "se ha escapado de nuestras manos".

Panel: La cobertura del tema de pandillas en Estados Unidos y Colombia

Este panel contó con la participación de Ana Arana, periodista de investigación de New York, quien ha publicado sobre el tema en revistas y periódicos estadounidenses. Su exposición sobre cómo la prensa en Estados Unidos ha presentado a las pandillas se basó en varios trabajos realizados durante su carrera, entre ellos una investigación de tres meses de New York para el diario La Prensa, y varios artículos para la revista Foreign Affairs sobre temas de seguridad en Centroamérica, como la expansión de las super pandillas en la región.

Arana señaló que la cobertura sobre pandillas en Estados Unidos adolece de las mismas limitaciones de la prensa centroamericana. La mayor parte de la información es sensacionalista, responde a incidentes específicos y es efímera. También dijo que la mayoría de las fuentes de los reporteros son las agencias estatales. A menudo las historias se copian entre sí, y hablan de un grave tema de seguridad, pero nunca narran cuál es la vida en las comunidades donde operan las pandillas.

Indicó que en Estados Unidos tienden a presentar a pandillas específicas como un tema de moda. Al analizar Lexis Nexus en los últimos cinco años, Arana dijo que la prensa ha escrito 487 historias sobre MS 13 y solamente 23 sobre M 18. “Estamos siguiendo la tendencia que fijan las autoridades federales, que han seleccionado a una sola pandilla", apuntó. Esta deficiencia de los medios es un problema, especialmente en un país donde se estima que en Estados Unidos hay 21 mil pandillas juveniles y más de 700 mil miembros.

Otras deficiencias en la cobertura del delito juvenil se basan en el hecho de que los medios establecidos no cubren bien a las comunidades étnicas y de bajos ingresos. La cobertura se limita a delitos y escándalos. De igual modo, apuntó, la mayoría de las informaciones sobre pandillas no establece distinción alguna entre su membresía y confunde los grupos juveniles con grupos delictivos más organizados. "No vertemos luz sobre la violencia, las razones sociales y el miedo bajo el cual crecen los niños pobres en los vecindarios de bajos ingresos", indicó.

Arana señaló que en Estados Unidos y América Central, las pandillas funcionan como familias para los niños con dificultades. Dificultad en Estados Unidos significa sentirse aislado debido a problemas de idioma, discriminación y enajenación, que son comunes a los niños hispanos, especialmente los recién llegados. Asimismo, Arana dijo que los niños que entrevistó en Nueva York le dijeron que si no se unían a una pandilla, otras los castigarían. "Un niño me dijo que la única opción sería que mi padre me recogiera en la escuela en un coche y me llevara a casa, pero él trabaja hasta tarde", relató.

También explicó que una de las razones por las que los jóvenes se unen a las pandillas son los problemas interraciales en los centros urbanos. "En Long Island hay una gran cantidad de grupos de la MS en las escuelas debido a los antagonismos que existen entre la juventud latina y la negra", apuntó. La sugerencia para mejorar la información sobre las pandillas incluye el periodismo cívico que hace que los medios de noticias acojan los temas sociales; reservar a los periodistas veteranos para las noticias exclusivas sobre pandillas, pues no es una tarea para principiantes; saber las conexiones entre los grupos en Estados Unidos, México y Centroamérica; entender las conexiones entre las pandillas de la calle y las de la prisión.

Marta Ruiz, editora de seguridad del semanario colombiano Semana, presentó un videoclip tomado del documental colombiano La Sierra, que aborda el tema de las pandillas juveniles que trabajan con grupos paramilitares de derecha en Medellín, Colombia.

Ruiz dijo que Colombia supo por primera vez que tenía un problema con las pandillas juveniles en 1988, cuando notaron que cada asesinato importante durante la guerra de las drogas fue realizado por hombres de menos de 17 años y todos eran residentes, o lo fueron, de las "comunas" de Medellín.

El líder legendario del cártel de Medellín, Pablo Escobar, reclutaba los jóvenes y les pagaba altos sueldos para que actuaran como sus soldados. La Comuna Nororiental era uno de esos vecindarios, donde la gente pobre del campo se había asentado con sus familias, y vivía en pésimas condiciones sin servicios gubernamentales. Expresó que en ese momento la prensa colombiana comenzaba a fijarse en los problemas de las pandillas y los presentaba como zona de guerra. Y hasta un reportero de televisión llegó al lugar a bordo de un helicóptero, como si cubriera la guerra civil.

No fue hasta principios de los 90, cuando un periodista comenzó a investigar a las pandillas y descubrió que tenían una cultura específica, que los medios tuvieron un nuevo enfoque sobre las pandillas. Encontró la secuela del mito de la madre, los códigos de conducta y también escasa participación escolar. El estudio animó nuevas políticas gubernamentales que funcionaron con esos jóvenes. El gobierno local se hico cargo y el problema tuvo algunos logros.

Pero en los 90 otro fenómeno paralelo ocurría en Medellín: las guerrillas comenzaron a armar la juventud con armamento pesado sofisticado y a formar grupos de milicias para cuidar de nuevo los vecindarios y juraban lealtad al ELN. Los jóvenes fueron desarmados a fines de los 90, el Estado tomó el control de algunas de las regiones y permitió que esas milicias crearan agencias de seguridad que finalmente se fueron a la guerra unas con otras.

El último ciclo fue en el 2000, cuando la utilización completa de grupos juveniles tanto por las guerrillas de las FARC como por los paramilitares y las pandillas de drogas dejaron muchos otros vecindarios de Medellín como zonas virtuales de guerra. Estos problemas se han solucionado con las nuevas desmovilizaciones de paramilitares, pero el tema de la violencia juvenil y la utilización de estas poblaciones por grupos violentos en Colombia siguen siendo una amenaza.

Panel: Mesa Redonda con periodistas centroamericanos

El grupo estaba integrado por Héctor Silva, editor de noticias de La Prensa Gráfica, de El Salvador; Héctor Montoya, editor de temas policiales de La Prensa, de San Pedro Sula; y Olga López, reportera de temas policiales de Prensa Libre, de Guatemala.

Héctor Silva, graduado de Periodismo por la Universidad Centromericana y la Universidad de Barcelona, señaló que los reporteros regionales se dieron cuenta demasiado tarde del impacto que estas pandillas podrían tener en la sociedad en general. Expresó que en el pasado la cobertura de prensa se centró sobre todo en los delitos y la novedad que representaban las pandillas. Declaró que su periódico había cambiado la cobertura de las pandillas a una estrategia más coherente. Contrataron a un consultor de medios que sugirió que el diario se enfocara en las causas sociales de las pandillas, y no presentara el problema de manera sensacionalista. Produjeron un manual para reporteros que les ha ayudado enormemente. Dijo que los medios son parte de la solución del problema.

Silva señaló que en un tiempo las pandillas no eran tan peligrosas. "Una vez compartí con dos hombres jóvenes deportados de Los Angeles. Tenían los mismos problemas sociales que otros jóvenes pobres de El Salvador, pero en aquella época no usaban armas. Hoy día se han transformado y se han tornado más peligrosos debido al tipo de delitos, acceso a armas de alto calibre y relaciones con el crimen organizado.

El peligro para quienes escriben sobre pandillas siempre está presente en El Salvador, apuntó, y relató la historia de un grupo de reporteros que tuvieron que abandonar el país recientemente porque entraron a un territorio controlado por la pandilla. "Es una asignación peligrosa", indicó Silva.

Héctor Montoya, de La Prensa, señaló que cree que la prensa tiene que apoyar al gobierno, que está aplicando nuevas políticas para lidiar con las pandillas. "Las pandillas son la causa principal de la violencia, junto al crimen organizado", apuntó. Honduras tiene pocas opciones, expresó, así que hay que ver lo que puede hacer el nuevo gobierno. El presidente Maduro encarceló más de mil miembros y ahora se han convertido en mejores criminales. Manifestó que la prensa hondureña ha creado mitos alrededor de las pandillas.

También señaló que las medidas anti-pandillas en Honduras han tenido algún impacto positivo. Algunos vecindarios han retornado a sus residentes. En las áreas donde se aplicaron se redujo el número de asaltos y homicidios. Durante un tiempo, había muchos choferes asesinados porque no pagaban el impuesto.

Olga López, de Prensa Libre, indicó que las políticas de mano dura en la región no han dado resultados. "Tenemos poblaciones cansadas de la violencia”, apuntó.

Recomendaciones

— No exhiba tatuajes en los diarios. Cuando el medio da a conocer un tatuaje, la pandilla está mostrando sus símbolos, que son usados para intimidar a sus enemigos y a las comunidades.
— No haga famosos a los miembros de la pandilla imprimiendo sus nombres e identificándolos individualmente por sus delitos. También evite las fotografías sensacionalistas.
— La prensa ha desempeñado un importante papel —y podía continuar desempeñándolo— para comprender a las pandillas y la violencia juvenil. Debería analizar las múltiples causas de las pandillas y explicar cómo éstas contribuyen a la persistencia del problema.
— Debido a la complejidad del problema, la prensa podría ser un importante factor en crear un marco para el debate que pudiera aprovecharse por los actores políticos, sociales y otros interesados. Así, podría ser el lugar donde podrían discutirse las opciones, los temas y las soluciones entre la sociedad, el gobierno y las pandillas.

No usar el lenguaje agresivo de las pandillas.

* Informar en áreas de pandillas pero ser cuidadosos.
* No emplear sensacionalismo y evitar dar excusas para la violencia.
* Presentar humanamente a los miembros de las pandillas.
* Explicar por qué los jóvenes integran las pandillas. Cuáles son las motivaciones.
* Utilizar los conceptos del periodismo cívico, el cual requiere que los medios de noticias informen sobre temas sociales y promuevan el debate de las soluciones a los problemas.
* Reservar la cobertura de las pandillas a los periodistas más veteranos.
* Conocer la historia de las pandillas y sus conexiones internacionales y mantenerse actualizado sobre tendencias y problemas.





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