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Periodismo, Medios y Percepciones de Seguridad en Escenarios Urbanos
Fabio López de la Roche
INTRODUCCIÓN

Abordaremos en este artículo, sobre el telón de fondo de la renovación urbanística y cultural que ha vivido la capital colombiana desde comienzos de la década de los noventa, algunas dimensiones y problemas relacionados con el papel de los medios y del periodismo en la construcción de referentes o representaciones sociales acerca de la seguridad en contextos urbanos.

Partimos en esta introducción, de una breve descripción de los procesos de transformación de la ciudad, sin cuyo conocimiento sería imposible referirnos a las construcciones de seguridad propuestas por los medios y el periodismo para el caso de la capital colombiana. Estas experiencias de renovación urbanística y de la cultura cívica han influenciado inevitablemente las agendas de los medios sobre la ciudad y acerca de la seguridad.

Luego de subrayar los riesgos, los aspectos problemáticos y las eventuales tendencias abusivas y manipulatorias involucrados en las construcciones mediáticas del enemigo y de los factores generadores de inseguridad y de peligro y miedo en una sociedad, el autor enumera y analiza en una primera parte, algunas de las dimensiones claves de la seguridad urbana, tal y como se han venido concibiendo en los últimos años desde los analistas del tema en Colombia pero también desde los formuladores de políticas de seguridad y convivencia en Bogotá y otras ciudades del país.

En una segunda parte, el texto intenta avanzar en la idea de cómo en virtud de las interacciones mutuas entre medios de comunicación, académicos estudiosos de la ciudad, instituciones distritales y formuladores de políticas urbanas y de seguridad, en medio de una acción política oficial renovadora y en un cierto sentido movilizadora, se ha cualificado el cubrimiento periodístico de los temas de la ciudad y de la seguridad y la convivencia urbanas.

El énfasis de las administraciones en políticas expansivas de convivencia y de cultura ciudadana ha estimulado en las prácticas informativas y en el trabajo del periodismo la capacidad y la voluntad para mostrar también el rostro amable de la ciudad junto a sus dimensiones traumáticas, violencias y patologías.

Pero no todo es acierto en el cubrimiento periodístico y mediático de los temas de la ciudad y de la seguridad en ella. El triunfo de Luis Eduardo “Lucho” Garzón en las últimas elecciones a la Alcaldía Mayor de Bogotá, -primer candidato de la izquierda democrática elegido en toda la historia colombiana al segundo cargo político en importancia a nivel nacional-, no sólo expresa aspectos significativos de la evolución del voto de opinión y de la cultura política de los bogotanos, sino también de los problemas del periodismo que cubre Bogotá, para dar cuenta de las fluctuaciones en la cultura política de la capital, pero también de los temas claves de la vida capitalina. A este análisis, relacionado con el tema de la pobreza, la exclusión y la seguridad en Bogotá, y su visibilidad mediática y política, se dedica un espacio importante en esta segunda parte del texto. Se trata de observar qué le dice el triunfo electoral de Lucho Garzón al periodismo y las agendas mediáticas sobre la ciudad, acerca de las relaciones entre seguridad, pobreza y exclusión social, en un contexto nacional marcado por el discurso uribista de la “seguridad democrática”.

La tercera parte del texto aborda algunos problemas pero también algunas posibilidades específicas de redefinición de las rutinas e ideologías de la noticia en dirección al enriquecimiento, equilibrio y complejización de la información sobre la vida urbana y específicamente sobre la seguridad.

Finalmente y a modo de conclusión, el autor formula algunas propuestas para el manejo de la información sobre ciudad, seguridad y convivencia urbanas.


La renovación urbanística y cultural de Bogotá en la última década

El desarrollo en Bogotá durante las últimas cinco administraciones (Jaime Castro 1992-1994; Antanas Mockus–Paul Bromberg 1995-1997; Enrique Peñalosa 1998-2000; Antanas Mockus 2001-2003 y Luis Eduardo Garzón 2004-2008) de programas de cultura ciudadana, de inversión social y de renovación de la infraestructura urbana, orientados al estímulo de prácticas de regulación social, de recuperación y promoción del espacio público y de autorregulación en las interacciones cotidianas de sus habitantes que redunden en mayores relaciones de solidaridad y en la disminución de los comportamientos violentos, constituye el marco histórico en el que se inscribe esta presentación. La experiencia de la capital en la formulación y puesta en práctica de políticas de cultura ciudadana ha estimulado que programas similares se pongan en práctica en otras capitales de departamentos y ciudades intermedias.

Todos los alcaldes anteriormente nombrados, han tenido líneas de continuidad en sus respectivas gestiones, objetivos y programas compartidos en cuanto a la construcción de ciudad que han jugado un papel importante en la modernización y renovación de la experiencia urbana capitalina.

Jaime Castro (1992-1994) implementó el Estatuto Orgánico para Bogotá el cual le confirió autonomía fiscal a la ciudad, iniciando su reorganización política, fiscal y administrativa. La primera administración de Antanas Mockus (1995-1997) recibe así unas finanzas saneadas, y una ciudad que venía experimentando desde finales de los 80 importantes procesos de descentralización (elección popular del Alcalde Mayor de la ciudad y de las Juntas Administradoras Locales JAL y sus ediles en las 20 localidades que conforman la ciudad). Mockus desarrolla un ambicioso programa de “Cultura Ciudadana” orientado a la transformación de las actitudes y costumbres inconvenientes de los ciudadanos en su relación con la ciudad y con sus habitantes (agresividad y violencia, incumplimiento de normas del tránsito por conductores y peatones), y al desarrollo de políticas y programas culturales para la recuperación de la calle y de los espacios públicos de encuentro (creación y mantenimiento de parques, desarrollo de espacios y eventos de recreación pública, organización y realización de “Rock al Parque”, “Jazz al Parque”, “Salsa al Parque”, “Rap al Parque”). Esa política de intervención simbólica en la regulación de las relaciones interpersonales entre desconocidos, que inicialmente suscita mucho escepticismo por su orientación hacia la generación de valores y bienes intangibles, poco a poco empieza a mostrar una significativa eficacia en el desarrollo de pautas de cultura ciudadana en distintos estratos y grupos de la población capitalina. Enrique Peñalosa, quien sucede a Mockus entre 1998 y el 2000, retoma algunos elementos de la política de “cultura ciudadana” del anterior alcalde, e inicia un ambicioso programa de obras públicas que transformaron sustancialmente el rostro de la capital. El sistema de transporte público “Transmilenio” no sólo reorganiza un sistema de transporte desordenado, caótico y premoderno, sino que impulsa alrededor de su funcionamiento prácticas de organización, disciplina social y cultura cívica inéditas o poco estimuladas por el anterior sistema. Se construyen grandes bibliotecas públicas distritales para descentralizar el equipamiento cultural hiperconcentrado en el centro de la ciudad (la Biblioteca “El Tunal” y la Biblioteca “Virgilio Barco”), se desarrollan redes de ciclorutas para fomentar el uso de la bicicleta y desestimular el uso del automóvil, se construyen nuevos colegios públicos y se avanza en la recuperación de andenes, parques y alamedas como parte importante de la renovación urbanística de Bogotá. La segunda administración de Antanas Mockus (2001-2003) profundiza la ampliación de la cobertura en educación: 80 mil niños acceden al sistema educativo público durante el 2003; 323.050 personas ingresan al régimen subsidiado de salud y se reducen de manera importante las tasas de homicidios . El alcalde promueve junto a líderes barriales y comunitarios campañas de desarme a través de la entrega por los ciudadanos de armas no amparadas por salvoconductos o de fabricación artesanal, pero también campañas de desestímulo a la tenencia y porte de armas de fuego por los ciudadanos. Mockus continúa el desarrollo de las obras públicas iniciado por Peñalosa particularmente la expansión del sistema “Transmilenio” a nuevas localidades de la ciudad. Continúa también con las políticas de cultura ciudadana (Rock al Parque, Rap al Parque, “Hora Zanahoria” que establece un horario de cierre a los establecimientos nocturnos con el fin de regular la relación entre consumo de alcohol y accidentalidad), y con el estímulo de la participación comunitaria en la resolución de conflictos y contravenciones menores y en las políticas de seguridad (Comisarías de Familia, Jueces de Paz, Frentes Locales de Seguridad). Mockus desarrolla además un programa de formación para la Policía Metropolitana conjuntamente con la Universidad Nacional, con el propósito de acercar la Policía a los ciudadanos.

Como resultado de estas transformaciones, Bogotá ha ganado en mejora de las condiciones de seguridad y en protección de la vida de sus habitantes. Ha avanzado sustancialmente en cobertura y calidad de la educación pública, en la calidad de la servicios públicos, en una mayor diligencia en los procesos de atención al ciudadano en numerosas instituciones distritales, así como en su desarrollo urbanístico y en su oferta de espectáculos y bienes simbólicos.

Sin embargo, no todo es idílico en este panorama de renovación urbanística y cultural. El triunfo de Luis Eduardo “Lucho” Garzón, candidato del izquierdista “Polo Democrático Independiente” PDI en las últimas elecciones para alcalde, evidenció que el tan publicitado por los medios “modelo de ciudad” de las últimas administraciones, pese a sus indudables logros, estaba dejando de lado a amplios grupos marginados de la población, a localidades deprimidas por el desempleo o por su condición de receptoras de desplazados del conflicto armado interno que viven numerosas regiones del país, y que las realidades de la población capitalina ubicada en situaciones de pobreza y de pobreza absoluta no estaban siendo adecuadamente atacadas por las políticas de los alcaldes nombrados ni visibilizadas desde las representaciones de la ciudad construidas por los medios de comunicación. La política de “Lucho” Garzón esbozada en su lema “Bogotá sin indiferencia”, si bien ha planteado líneas de continuidad con las políticas de renovación urbanística, política y cultural emprendidas por las anteriores administraciones, -cuya no continuidad tendría costos políticos a los ojos de la ciudadanía y de la opinión capitalina- ha puesto su énfasis en la política social y en la lucha contra la pobreza, particularmente desde programas orientados a combatir el hambre y las necesidades más apremiantes de los grupos y sectores mas marginados y desprotegidos (red de comedores comunitarios y atención básica en salubridad y medicina familiar a zonas deprimidas, entre otras iniciativas).

Nos pareció importante hacer, en esta introducción, este resumen esquemático de los procesos vividos en la última década por la capital colombiana como un necesario marco de comprensión de los procesos, hechos y reflexiones que presentaremos a continuación.


El periodismo y los medios de comunicación, desde sus concepciones de la noticia y de aquello que merece y requiere ser “noticiable” (valores de noticiabilidad), juegan un papel clave en la construcción no sólamente de las agendas de la ciudad, sino también de las representaciones y percepciones sociales acerca de la seguridad o la inseguridad en ella.

Los medios de comunicación pueden contribuir a la generación de miedos y estereotipos alrededor de determinadas regiones, sectores, áreas, barrios o poblaciones de la ciudad, o a visibilizar grupos sociales relevantes, solidaridades comunitarias y experiencias significativas y exitosas de manejo de conflictos urbanos.

Las experiencias de cultura ciudadana en Bogotá y otras ciudades del país, han planteado posibilidades interesantes de diálogo e interacción creativa de saberes, entre la academia de las ciencias sociales, las humanidades y las artes que se ocupa de los temas urbanos, los formuladores de políticas públicas, y los comunicadores sociales y periodistas que cubren los temas de la ciudad y construyen la agenda acerca de la misma. En este sentido, intentaremos en este escrito sugerir nuevas posibilidades de diálogo y de colaboración alrededor de los problemas y alternativas de construcción mediática de la ciudad y de las representaciones construidas desde el periodismo acerca de la seguridad y convivencia ciudadanas.


La seguridad y las percepciones de riesgo, de amenaza o de peligro, en nuestro tiempo

En la época contemporánea y seguramente de manera mucho más clara en nuestros días, la construcción social del enemigo, pasa irremediablemente por los grandes medios de comunicación. Ahora como antes, poderes hegemónicos intentan homogenizar y aglutinar a sus sociedades en el rechazo y condena unánime y sin fisuras de ese enemigo, al cual se le atribuyen con frecuencia todos los males del país.

Las sociedades democráticas y sus opiniones públicas deben cuidarse de las construcciones abusivas del enemigo realizadas a menudo desde el poder, y de su capacidad de producir homogeneizaciones y unanimismos indebidos de la opinión. A menudo ese énfasis en el enemigo escogido invisibiliza otros enemigos sociales y otros agentes de riesgo e inseguridad social.

Por supuesto, no se trata de no ver las amenazas al ordenamiento y los principios democráticos de organización social, sino de darles su verdadera y justa dimensión, y de evitar la manipulación de la opinión con miras a fortalecer el acatamiento incondicional del gobierno y sus políticas.

El mundo actual después del 11 de septiembre de 2001 asiste en los Estados Unidos, pero también fuera de este país, a nuevas construcciones abusivas del enemigo y a manipulaciones mediáticas inauditas para justificar aventuras neoimperialistas como la guerra de Irak, llevadas a cabo, paradójicamente, en contextos sociales y político-culturales globales seguramente menos tradicionales y autoritarios, más informados y más democráticos y pluralistas en su pensamiento, que los de los años de la descolonización del Africa o del desarrollo de la guerra de Vietnam. La actitud patriotera se toma los medios de comunicación en el país del norte fomentando la censura y el acallamiento de las voces disidentes, conduciendo en los últimos años a la pérdida o por lo menos a la erosión del prestigio del periodismo norteamericano, tradicionalmente considerado en muchos escenarios nacionales como modelo de ejercicio profesional del periodismo y de crítica sana y fuente de renovación de la institucionalidad en situaciones de crisis.

A nivel regional, y pasando a otro escenario territorial de construcción de sensaciones de seguridad o inseguridad, la aplicación del Plan Colombia en este país suscita en sus vecinos temores y sensaciones de amenaza, algunos de ellos seguramente válidos, otros probablemente magnificados. La captura a comienzos de 2004 en Ecuador del jefe guerrillero de las FARC “Simón Trinidad” incrementó las sensaciones de inseguridad de los ecuatorianos con respecto a sus vecinos colombianos, a tal punto que hoy, para poder ingresar al Ecuador, se nos exige a los colombianos presentar el “Pasado judicial”, documento certificatorio de la ausencia de antecedentes penales, expedido por el Departamento Administrativo de Seguridad DAS, organismo estatal de seguridad colombiano.

En Colombia, el gobierno de Alvaro Uribe Vélez, que inició su gestión en agosto de 2002, ha intentando asociar su política contrainsurgente denominada de “seguridad democrática” a la estrategia antiterrorista norteamericana, inscribiendo la comprensión del fenómeno insurgente colombiano dentro de esa lógica antiterrorista posterior al 11 de septiembre. Esa apuesta seguramente ha sido uno de los factores que incide en una concepción de la seguridad muy cercana a la seguridad del Estado y muy lejana de contenidos de justicia y de política social (reducción de la pobreza, promoción del empleo y de la seguridad social) que tendrían que acompañar también una política integral de seguridad en el plano nacional.

En la construcción de este tipo de percepciones o propuestas de interpretación de la realidad mundial o nacional juegan una función determinante los medios de comunicación y el periodismo. No está de más decir que esas propuestas unanimistas de lectura de la realidad juegan un papel importante no solo en la conformación de las opiniones, sino también en las tomas de posición afectivas de los ciudadanos ante acontecimientos políticos, personajes o grupos sociales.


I. ALGUNAS DIMENSIONES DE LA SEGURIDAD CIUDADANA EN ESCENARIOS URBANOS

Aunque varias de las dimensiones de la seguridad entendida a nivel nacional (orden público y control de la acción militar guerrillera o paramilitar, persecución del narcotráfico, garantías de transitabilidad y seguridad en las carreteras, criminalidad y delitos contra la vida) se articulan claramente con los niveles capitalinos –no sólo de Bogotá sino también de otras áreas metropolitanas-, la vida urbana presenta una serie de dimensiones o escenarios con sus demandas específicas en cuanto a seguridad.

Llamaremos inicialmente la atención sobre esos escenarios y dimensiones para presentar más adelante algunos de los problemas del cubrimiento mediático y periodístico de los temas y situaciones de seguridad o de inseguridad en contextos urbanos.

- Uno de los aspectos claves de la seguridad tiene que ver con la criminalidad, los homicidios, los delitos contra la propiedad económica y los delitos contra la vida y la integridad física. Aquí se inscriben también las acciones político-militares y las específicamente terroristas de la guerrilla, de sus milicias urbanas, o de los grupos paramilitares de derecha que intentan establecerse y ampliar su acción militar en las ciudades. También la delincuencia y la violencia organizadas (Narcotráfico, organizaciones delincuenciales y sus redes).

El manejo mediático de la información sobre estos aspectos de la seguridad es clave y requiere de una relación fluída del periodismo no sólo con las instituciones policiales y de justicia (comisarías e inspecciones de policía, juzgados municipales, organismos de inteligencia), sino también con las instituciones municipales encargadas de la formulación de las políticas públicas de seguridad, así como con universidades y centros de investigación públicos y privados que adelantan investigaciones sobre criminalidad, violencia, seguridad y convivencia urbanas.

- Otra dimensión central de la seguridad tiene que ver con las violencias, corrupciones, comportamientos criminales y delincuenciales, cometidos o promovidos por agentes del Estado encargados de las políticas de seguridad. Aquí se requiere una apuesta ética sólida y una actitud crítica frente a la institucionalidad y la fuente oficial, que no siempre están dispuestos a asumir los medios y el periodismo, en virtud de sus cálculos de intereses y de sus visiones y rutinas muchas veces favorables al respaldo incondicional y rutinario de la institucionalidad estatal. En sociedades como las latinoamericanas, con instituciones corruptas, envilecidas o con altos niveles de ilegitimidad, al periodismo le corresponde -o le debería corresponder- jugar un papel importante contribuyendo a la depuración y reconstrucción democrática de esas instituciones públicas desvirtuadas.

- Riesgos naturales ligados a inadecuadas condiciones geológicas de establecimiento de barrios y viviendas y a las prácticas de urbanización pirata promovidas a menudo por políticos con la complicidad de entidades privadas y funcionarios oficiales, constituyen otro plano importante de la seguridad en escenarios urbanos .

- Situaciones estructurales graves y extremas de pobreza, desigualdad social, o desempleo, que afectan no sólamente la seguridad física sino que constituyen factores generadores de inseguridad sicológica y de incertidumbre personal y social.

- Seguridad en el transporte público y privado y control de la accidentalidad. Adecuada señalización para prevenirla. Participación ciudadana con propuestas y sugerencias para hacer más eficaces y claros los sistemas de señales.

- Políticas de espacio público que promuevan y garanticen el disfrute de la calle, la existencia de lugares seguros de encuentro y de interlocución y diálogo entre distintos grupos y sectores sociales.

- Prácticas y escenarios de recreación y su relación con los consumos y usos socialmente responsables o irresponsables del alcohol y de otras sustancias psicoactivas.

- Situaciones familiares marcadas por prácticas de violencia intrafamiliar, autoritarismo o por la socialización en el diálogo respetuoso y la negociación cotidiana.

- Culturas juveniles, contextos y formas de socialización política, laboral y cultural de los jóvenes y adolescentes y relación de las mismas con prácticas e interacciones violentas o con formas de convivencia pacífica.

- Ciudadanía, convivencia, tolerancia y civilidad. Estímulo desde el Estado y desde la sociedad, de normas, actitudes y prácticas de ciudadanía en sus dimensiones de exigencia de derechos y sus garantías, de cumplimiento de deberes y desarrollo de virtudes ciudadanas, y de reconocimiento de múltiples identidades y diferencias socio-culturales entre quienes habitan una misma ciudad.


Nos parece importante en este punto transcribir la definición de “seguridad ciudadana” formulada en el Plan Integral para la Seguridad de Santa Fe de Bogotá promulgado en 1995, que ha orientado las políticas de seguridad de las administraciones distritales de la última década, la cual se apoya en dos fundamentos conceptuales: de un lado, en el reconocimiento de “la libertad de los miembros de una sociedad de ejercer sus derechos y deberes sin convertirse en víctimas de amenazas de la naturaleza o de otros seres humanos”. De otro, en la confianza en “el bienestar que resulta de la acción colectiva (social y estatal) sobre las condiciones de reproducción social, dadas unas situaciones de inequidad que deben cambiarse en los órdenes económico, político y socio-cultural”.

Un antecedente importante de las más recientes políticas de seguridad ciudadana que es necesario tener en cuenta es la experiencia de Desepaz, creada en 1992 desde la Alcaldía de Cali. Algunos de los lineamientos que guiaron el trabajo de Desepaz fueron: una concepción de la violencia como un problema de salud pública, por eso mismo controlable; el reconocimiento de que la seguridad es un problema del Estado pero también de los ciudadanos; la valoración de la investigación epidemiológica como herramienta importante para el diagnóstico y la intervención social; el fortalecimiento de la policía, su acercamiento a la población y su formación en derechos humanos; el seguimiento de la situación de seguridad ciudadana desde el Consejo de Gobierno; la educación para la paz y la convivencia, la divulgación de programas y mensajes en los medios de comunicación, la realización de talleres con grupos y comunidades; así como el desarrollo social en áreas y sectores de alto riesgo.


II. LA INTERACCIÓN DE LOS MEDIOS Y DEL PERIODISMO CON OTROS ACTORES, INSTITUCIONES Y SABERES SOCIALES Y LA RENOVACIÓN DE LA VIDA URBANA EN BOGOTÁ

Resultan paradójicos los logros de la capital en sus cuatro últimas administraciones, a nivel de cultura ciudadana, de obras físicas y de sostenibilidad del desarrollo, en medio del panorama nacional de corrupción y de extensión territorial del conflicto armado, del desplazamiento forzado (más de dos millones de desplazados) y demás consecuencias de la guerra. Parafraseando una interpretación de la crisis colombiana que se volvió recurrente durante muchos años (“al país le va mal, pero a la economía le va bien”), pareciera que mientras “a la capital le va bien, al país le va mal".

Esta situación excepcional de la capital, que podría percibirse por parte del observador externo como una paradoja, o como una especie de isla en medio de la conflictividad violenta imperante en tantas zonas del territorio nacional, es resultado –como bien lo anotábamos al principio de este escrito- de una política urbana con importantes elementos de consenso y de continuidad a lo largo de las últimas cinco administraciones.


Queremos plantear aquí la tesis acerca de cómo en virtud de los procesos arriba anotados, en los últimos años se han producido una serie de confluencias que han contribuído a la cualificación del cubrimiento periodístico de los temas de la ciudad y de la seguridad urbana. De un lado, administraciones serias, con programas de desarrollo claros, honestas y en virtud de esas características, creíbles y confiables. En ese sentido dotadas de altos niveles de legitimidad.

Hay que destacar en ese proceso el liderazgo y el papel convocante, en cuanto a la comunicación de las políticas públicas, jugado por el alcalde-pedagogo y al mismo tiempo personalidad altamente mediática, Antanas Mockus. Esa primera administración logró desde varios de los proyectos que hicieron parte del Programa de Cultura Ciudadana, sensibilizar a los medios de comunicación y al periodismo acerca de la pertinencia de las políticas culturales y las formas de intervención simbólica en la regulación de las relaciones interpersonales en la ciudad.

Hay que tener en cuenta también que las administraciones distritales arriba nombradas, y sobre todo las de Mockus y Peñalosa, invirtieron también recursos presupuestales significativos en publicidad y en la comunicación de sus programas de gobierno. El período abordado coincide con la creación de dos canales de televisión capitalinos: el Canal Capital, público-estatal distrital, creado en 1998 como resultado de una propuesta del alcalde Antanas Mockus; y Citytv, canal privado, que empezó a emitir en 1999.

Estos nuevos canales de información noticiosa, cultural y de opinión sobre la ciudad, sumados a la credibilidad de la política de las administraciones distritales han jugado un papel importante en el crecimiento del interés y la cualificación de las opiniones de los bogotanos sobre el manejo de su ciudad. Como lo muestran las respuestas de hombres y mujeres mayores de 25 años de Nivel Socio-económico Bajo y Nivel Socio-económico Medio en una reciente investigación sobre las percepciones ciudadanas de la ciudad y el cambio vivido por ella, “los medios de comunicación presentan actualmente una mayor información acerca de los sucesos, los procesos y los actores políticos de la ciudad”. Señalan así mismo, “en consecuencia con un mayor conocimiento de las últimas gestiones, estar más motivados a informarse sobre política dados los importantes resultados de los gobiernos de Mockus y Peñalosa”.

Es necesario destacar también el papel jugado por instituciones distritales como el Observatorio de Cultura Urbana (con un eje fuerte de investigación sobre violencia y criminalidad), el Instituto Distrital de Cultura y Turismo, la Secretaría de Gobierno y la Subsecretaría de Asuntos para la Convivencia y Seguridad Ciudadana, en la financiación y elaboración de diagnósticos sobre seguridad y cultura ciudadana en la ciudad. Esos diagnósticos se tradujeron en publicaciones que cualificaron los debates sobre la ciudad y estimularon algunos niveles de comunicación entre esos saberes expertos de los especialistas en la ciudad y los saberes y prácticas de periodistas y comunicadores sociales que cubren Bogotá.

En el último gobierno de Antanas Mockus, una institución de control de la gestión política y administrativa del gobierno distrital, la Veeduría Distrital, estimuló una serie de encuentros mensuales entre el Alcalde, expertos en temas urbanos y periodistas de distintos medios que cubren la ciudad, con el fin de cualificar el cubrimiento periodístico de las políticas públicas distritales, pero también con el propósito de desarrollar escenarios de rendición de cuentas por parte del Alcalde y de la Alcaldía Distrital, ante los ciudadanos. Estos encuentros sirvieron adicionalmente para ejercer una acción mediadora y para aliviar tensiones entre el Alcalde y el Concejo de Bogotá (el parlamento local), en momentos en que la política anticlientelista de Mockus y su renuencia a negociar cuotas de poder con los concejales chocaba fuertemente con ciertas costumbres y prácticas arraigadas en la política capitalina.


Queremos mostrar a continuación algunos hallazgos de la investigación antes citada de Lariza Pizano sobre las percepciones ciudadanas del cambio en Bogotá, en la medida en que de alguna manera varias de esas percepciones anticipaban los desplazamientos hacia la izquierda que iba a tener la opinión política capitalina en los meses siguientes, mostraban ciertas disidencias frente al consenso hegemónico alrededor del “modelo de ciudad” y una serie de lecturas ciudadanas relacionadas con dimensiones importantes de la seguridad que no estaban siendo percibidas ni recogidas adecuadamente por los medios de comunicación .

De un lado hay que anotar que el estudio confirma un reconocimiento amplio y mayoritario por parte de los distintos grupos sociales, de la renovación de la vida urbana y del cambio vivido por la ciudad. Todos los participantes en los grupos de discusión pertenecientes a distintos estratos “coinciden en percibir que durante los últimos años la ciudad ha tenido cambios que ante todo son físicos: “Un amigo contrastó lo que vio hace tres o cuatro años con lo que vio ahora en materia de vías, en materia de organización, en materia de limpieza, en materia de amoblamiento, de amoblamiento urbano, y está gratamente sorprendido con el cambio que ha tenido Bogotá en los últimos cuatro años” (hombres NSA); “se ve como cambiada de por fuera” (hombres NSB); “está cambiando a la vista humana” (hombres NSM); “más organizada en cuanto a su conformación” (jóvenes NSM); “se está volviendo la Bogotá bonita” (jóvenes grupo P); “más bonita” (jóvenes grupo I); hay “cosas bonitas, cuidadas, ordenadas” (jóvenes NSA); “está muy bonita, está surgiendo mucho” (mujeres NSB); “con cambios físicos” (mujeres NSM); “el énfasis en Bogotá ha sido en los últimos tiempos hacia la forma, hacia lo bonita que puede estar la ciudad” (mujeres NSA)”.

Pero de otro lado, todos los grupos participantes expresan cierto acuerdo acerca de cómo esos cambios físicos han estado acompañados de otros no tan positivos, que han significado una degradación de las condiciones y de las oportunidades sociales y económicas de los bogotanos, las cuales empeoran a medida que la ciudad se ve más bonita: “Hay más desempleo e inseguridad” (hombres NSB); “desde el aspecto social, sobre todo por esa migración tan fuerte, hay unos detrimentos sociales” (Jóvenes NSM); “se disparó la inseguridad, se disparó el desempleo” (hombres NSM); “hay un cambio en términos infraestructurales, pero de resto no” (grupo P); “más bonita sí está, pero en cuanto a oportunidades, son pocas…, mucha pobreza, mucha pobreza” (jóvenes grupo I); “hay más desempleo y niñez abandonada” (mujeres NSB)”.

En cuanto a las respuestas a la pregunta de quiénes han sido los beneficiarios del cambio vivido por la ciudad la mayoría de los grupos sociales considera que han sido todos los sectores de la ciudad. Solamente los dos grupos de jóvenes de NSB consideran “que se ha invertido más en infraestructura y cambio urbano en el norte de la ciudad” (es decir, en los barrios de sectores altos y medios – F.L.). Tal percepción aparece ligada a sus “altos niveles de inconformidad frente a la idea del cambio físico de la ciudad que demostraron estos mismos jóvenes, dada su propia sensación de que cada vez tienen menos oportunidades de desarrollo personal así como de acceso a mejores condiciones materiales de vida, debido a que las últimas administraciones de la ciudad “han invertido más en la ciudad que en los ciudadanos”. Para ellos, las finanzas públicas de la ciudad deben orientarse principalmente a resolver los problemas básicos de los bogotanos, los cuales tienen que ver menos con las necesidades de transformación estética de la ciudad y más con la provisión de servicios básicos, con la generación de empleo y de oportunidades de acceso a la educación y a la salud, así como con la lucha contra la pobreza”.

Resultan muy interesantes y significativas las disidencias expresadas por los jóvenes cívicos y los informales del nivel socio-económico bajo, frente a las opiniones dominantes acerca de las autopercepciones sobre los comportamientos cívicos y el tipo de orientación político-participativa implícitos en las políticas de “cultura ciudadana”:

“Los miembros del grupo P, aunque dicen comportarse de manera más cívica con los demás y con la ciudad, muestran una fuerte rebeldía frente al discurso de la cultura ciudadana y de lo que ésta implica. Así, para ellos, las preocupaciones por el civismo, entendido simplemente a través del desarrollo de comportamientos como pasar por la cebra, respetar las normas de tránsito, no botar basura, por ejemplo, le quitan visibilidad al problema real que supone la ausencia de una verdadera ciudadanía. Para estos jóvenes, la preocupación social y la acción estatal alrededor del civismo deben centrarse no en los comportamientos superficiales que comúnmente se entienden por éste, sino en la existencia de oportunidades fundamentales que le den a todas las personas igualdad de posibilidades para desarrollarse como individuos y como actores políticos (ciudadanos). Por lo anterior, estos jóvenes del grupo P señalan que: “Muy bacano lo de la cultura, lo de pasar el puente peatonal, lo del papelito…son cosas muy importantes pero es más jugarle como a invertirle a la información, que el ciudadano conozca los espacios de participación, los mecanismos, los deberes, los derechos, lo que tiene porque hay mucha gente que no sabe eso… a eso la administración no le ha jugado en serio”.

Las percepciones mucho más radicales del grupo de jóvenes informales (grupo I) resultan también valiosas para comprender otras percepciones del cambio producidas desde situaciones de exclusión de los beneficios de las políticas de ciudad:

“Aunque ellos reconocen que si los habitantes de Bogotá desarrollan determinadas pautas de conducta –tendientes a la convivencia- mejorará la calidad de vida en la ciudad, también señalan que la cultura ciudadana no es prioritaria. Respecto a sus propios comportamientos, dicen cumplir con las normas de convivencia en respuesta a la autoridad: “Es como lo que inculcan en Transmilenio…lo que pasa es que ahí es más una orden y no algo que a uno le nace hacer”. Así mismo, dicen por qué razones ellos no tienen que ser excelentes ciudadanos en términos de su capacidad de convivir. En primer término, porque no le tienen agradecimiento a la ciudad ni a la actividad política que tiene lugar en ella: “Pues a la gente que le va mal en la ciudad, ¿cómo se va a comportar bien? Si está resentida con la política, ¿cómo se va a comportar bien? Pero por ejemplo los que tienen su buena casa, su buen trabajo y todo, son muy decentes, tienen por qué estar de acuerdo con la ciudad…pero por ejemplo digamos uno, que es pobre, que necesita estudiar y no tiene cómo y no tiene trabajo, entonces uno no tiene el ánimo de crear bogotano ni nada, sino uno simplemente no piensa, uno inconscientemente coge esta ciudad y la revuelve hacia arriba robando y haciendo males”.


El triunfo electoral de Lucho Garzón y lo que expresa sobre las interrelaciones entre comunicación, política, periodismo y agendas de la ciudad

El triunfo de Luis Eduardo “Lucho” Garzón en las últimas elecciones para la alcaldía resulta muy interesante como expresión inesperada –por poco auscultada y narrada por los medios- de la voluntad y de la evolución de las preferencias del electorado capitalino. La llegada al poder de este candidato de centro izquierda de larga trayectoria en el sindicalismo expresó cómo, no obstante la pertinencia y la aceptación social de las anteriores políticas de cultura ciudadana, de la renovación urbanística y de la modernización del sistema de transporte inducida por el Transmilenio, y de la significativa inversión social en parques, en recreación y en educación, el así llamado por algunos políticos y comentaristas de prensa, de manera bastante autocomplaciente, “modelo de ciudad”, resultaba insuficiente como respuesta a las necesidades de amplios grupos excluídos de la población bogotana.

No deja de ser curioso cómo la elección de Garzón constituye también una lección para los medios de comunicación que cubren la vida bogotana, que de alguna manera tuvieron que reconocer que esa Bogotá marginal y excluida de las localidades más empobrecidas y rebasadas en su capacidad de respuesta social por la llegada de miles de desplazados por el conflicto armado, había venido siendo invisible para los medios y el periodismo local.

Podríamos decir sobre este caso, que un resultado electoral permite poner en evidencia ciertos cierres comunicativos de los medios y del periodismo y obliga a replanteamientos de la agenda mediática de la ciudad. El editorial del diario El Tiempo del lunes 27 de octubre de 2003, al día siguiente de la elección de Garzón, es en ese sentido muy interesante –y al mismo tiempo generoso- cuando afirma que "este diario respaldó la candidatura de Juan Lozano por considerar que representaba la mejor garantía para Bogotá, pero la mayoría del electorado pensó otra cosa y respetamos profundamente la voluntad popular". No podemos dejar de preguntarnos, volviendo a la cuestión de los cierres comunicativos y las invisibilidades mediáticas, por qué redes y por qué canales se comunicaba, antes de la victoria del candidato de la izquierda, lo que él y su triunfo electoral del 26 de octubre de 2003 expresaron.

Siendo justos, tendríamos que leer lo sucedido no solo desde las insuficiencias y ausencias temáticas en la agenda de los periodistas y los medios sobre Bogotá, sus necesidades y alternativas, sino también desde las posibilidades e iniciativas que en un momento dado pueden tener los políticos y los partidos desde sus agendas y discursos para hacer visibles temas estratégicos y claves para la vida de la gente.



III. POSIBILIDADES DE REDEFINICIÓN DE LAS RUTINAS E IDEOLOGÍAS DE LA NOTICIA EN DIRECCIÓN AL ENRIQUECIMIENTO DE LA INFORMACIÓN SOBRE LA VIDA URBANA

No podemos olvidar que los medios de comunicación juegan hoy un papel central en la construcción de la realidad social. En el caso que nos ocupa, en la construcción de la agenda temática de discusión y de representación de la ciudad.

Reconociendo los méritos del periodismo en el cubrimiento crítico de los distintos proyectos de ciudad que se han desarrollado en Bogotá en los últimos años y los que se intentan actualmente poner en práctica, el periodismo afronta diversos riesgos y retos en su ejercicio profesional de cubrimiento de los temas urbanos y de los de seguridad en particular. Esos riesgos tienen que ver con sus debilidades formativas, con las lógicas mercantiles y la búsqueda frenética de la primicia en la información; con la poca inversión de las empresas en la capacitación y formación de sus periodistas; con la inestabilidad laboral y los bajos niveles salariales y de seguridad social de los periodistas; con aspiraciones de reconocimiento y de éxito rápido y fácil; y por supuesto, con las rutinas e ideologías de la noticia que no siempre se someten a la crítica y al cambio, en gran medida por las jornadas extensas de trabajo y los ritmos frenéticos de la profesión que no permiten altos en el camino para la reflexión autocrítica y la renovación de las prácticas del oficio.

Nos detendremos a continuación en algunos de esos riesgos –que constituyen también posibilidades- relacionados con las rutinas ocupacionales y las ideologías de la noticia.


El interés por los comportamientos pro-sociales

Como lo han subrayado algunos analistas (Mc Quail, 1998), además de su papel informativo y recreativo, los medios y el periodismo pueden asumir también funciones de estímulo o desestímulo de "comportamientos pro-sociales", de empatía y de solidaridad entre los miembros de sus audiencias, comportamientos que resultan vitales para la construcción del orden social, el cual se fundamenta y edifica no solo sobre la represión y la autoridad. Hay que aclarar en este punto que no se trataría, por supuesto, de construir una agenda rosa orientada a embellecer y a maquillar la percepción de la ciudad o a ocultar las informaciones negativas sobre la misma. Se trataría sí de construir una agenda informativa de la vida urbana equilibrada, donde junto a las noticias de la inseguridad, la delincuencia y la violencia –que a menudo se convierten rutinariamente en la agenda de la ciudad en virtud del atractivo de la desviación social y de la acción violenta para la información-, puedan aparecer otros personajes y otras conductas que también pueblan y dan sentido a la vida urbana.

Así como los medios han mostrado críticamente en los años recientes actitudes de intolerancia y discriminación de la población bogotana hacia grupos sociales marginados y estigmatizados (resistencia ciudadana a la instalación en sus barrios de hogares para indigentes, por ejemplo), también han destacado comportamientos solidarios y generosos de la población como el albergue espontáneamente ofrecido por parte de muchas familias, a los niños de buses escolares atrapados en medio del trancón suscitado por el paro de taxistas de agosto de 2001 en la ciudad, el cual obligó a los niños a pasar la noche en casas ajenas. Esos comportamientos y actitudes de solidaridad no fueron en este caso un invento artificial de los medios, están allí en las relaciones sociales, y pudieron hacerse visibles gracias a su conexión con un suceso altamente noticiable cual fue el trancón del tráfico y los buses de colegio atrapados en medio de el. Hay que tener en cuenta de todos modos, que muchas veces acciones de esta naturaleza pasan inadvertidas siendo un componente importante de la seguridad social y de la convivencia urbana las cuales creemos no deben ser reducidas en cuanto a representaciones mediáticas, a sus dimensiones más defensivas o “remediales”, sino que deben dar lugar también a la representación de esas otras dimensiones proactivas y constructivas de la seguridad y la convivencia ciudadanas.

El tratamiento de estos temas relacionados con “comportamientos prosociales” supondría en el caso colombiano rescatar géneros como la crónica, perdida en los últimos años por falta de tiempo y de espacio en los medios impresos y audiovisuales, en virtud de los compromisos publicitarios, pero también por el descuido del cultivo del género por parte de los periodistas.

Sin tener que recurrir a rúbricas formales e indicativas al estilo de "La noticia positiva", -como se ha dado a menudo en nuestros medios audiovisuales como una alternativa a la avalancha de noticias trágicas y sangrientas que debemos soportar diariamente los colombianos-, los medios de comunicación y el periodismo pueden estimular la visibilidad social de acciones sociales significativas de solidaridad, de tolerancia y respeto a la diferencia, de configuración de propósitos y metas compartidas, de deferencia social o de aprecio y cuidado de los bienes públicos.


Imágenes y percepciones mutuas entre barrios, sectores, poblaciones y localidades de la ciudad: entre el desconocimiento mutuo y la estigmatización

Uno de los problemas de nuestras grandes ciudades es el de la estigmatización de barrios, zonas o localidades deprimidas, que terminan asociadas, en sus representaciones mediáticas, y a menudo en los imaginarios que de ellas se hacen los ciudadanos a través de los relatos de los medios, con todos los peligros urbanos: inseguridad, violaciones, criminalidad, drogadicción, pandillismo y sicariato juvenil. La truculenta realidad de la vida urbana colombiana de los 80 y 90, afectada por las violencias del narcotráfico, de la insurgencia armada de izquierdas y de la contrainsurgencia paramilitar de derechas, ha contribuido naturalmente a fortalecer esos estereotipos, aunque hay que decirlo con franqueza, los fenómenos nombrados han acompañado en algunas ocasiones y en algunos períodos la suerte de numerosos barrios populares dejados en manos de actores armados extrainstitucionales, de bandas en competencia por el poder territorial o de grupos de limpieza de drogadictos e indeseables sociales.

Se generan de esta manera miedos y estereotipos acerca de ciertos sectores y sus habitantes (en Bogotá sobre la populosa localidad de Ciudad Bolívar, en Cali sobre el Distrito de Aguablanca o el barrio Siloé, y en Medellín sobre la Comuna Nororiental), y estos estereotipos se traducen con mucha frecuencia en la renuencia de empresas y empresarios a contratar personal procedente de esas localidades, comunas, distritos o barrios, o en el miedo de muchos habitantes que nunca van a transitar o a imaginarse a sí mismos visitando esas zonas.

El periodismo urbano podría contribuir a equilibrar esas percepciones, superando la invisibilidad de las formas constructivas de la socialidad presentes también en esas localidades pobres y deprimidas, a través de notas periodísticas que muestren acciones, valores y realizaciones de grupos sociales ejemplares, para referirnos a un caso concreto, grupos de mujeres que juegan funciones y asumen iniciativas socialmente claves en la vida barrial de los sectores populares.

Los medios y los periodistas podrían también, en estos tiempos de multiculturalismo, no exentos a veces de reivindicaciones subculturales, étnicas o religiosas fundamentalistas y excluyentes, propiciar diálogos interculturales que fomenten el reconocimiento mutuo y la valoración social de la diversidad.

El diálogo de imágenes, de paisajes, de entornos urbanísticos y de diversas estéticas sociales urbanas, podría ser otra contribución importante de los medios, los comunicadores y los periodistas al reconocimiento mutuo de las distintas ciudades y culturas vivientes dentro de la ciudad.


La asociación abusiva violencia-pobreza y la representación de los jóvenes de sectores populares

Una de las ligerezas o asociaciones indebidas a evitar desde la recreación periodística de la realidad, que puede dar origen a múltiples representaciones estereotipadas y prejuiciadas de lo popular, es aquella que tiende a poner en relación de proclividad o de causalidad a la pobreza y los comportamientos violentos.

Recuerdo cómo hace unos años, en una serie de entrevistas realizadas por el periodista Alfredo Molano en el diario El Espectador a personajes que habían jugado un papel importante en la búsqueda de soluciones negociadas al conflicto armado interno, le preguntaron a John Agudelo Ríos, negociador gubernamental en el proceso de paz de Belisario Betancur con la insurgencia, qué pensaba de las relaciones entre pobreza y violencia, y recuerdo que respondió con vehemencia y una gran convicción: “Por experiencia propia, tengo una alta consideración de los pobres”.

Me parece que es muy importante complejizar la percepción social de esa relación entre pobreza y violencia, que muchas veces en las representaciones de los medios pero también en las de cierto “sentido común” de algunos sectores de la población terminan funcionando como una relación causal indiscutida o casi mecánica.

Quisiera anotar simplemente que en virtud de su apego a tradiciones y éticas católicas no siempre formalistas y superficiales y muchas veces asumidas con compromisos claros entre el decir y el hacer, - y de unos años para acá en virtud de un impresionante auge de distintas confesiones e iglesias cristianas- muchos grupos sociales y personas de sectores populares se distancian claramente de ofertas de comportamiento violento y toman partido por formas de vida ligadas a valores de convivencia pacífica y a comportamientos regidos por ciertas pautas de honestidad y rectitud moral.

La representación de los jóvenes en muchos formatos de la ficción televisiva en Colombia, abusa también de la asociación del joven de sectores populares al delincuente juvenil, drogadicto y pandillero. Toda una gama de posibilidades de vida de los jóvenes, alternativa a ese estereotipo, que funciona en la vida real de los sectores populares, encuentra sólo excepcionalmente representación en el dramatizado, la telenovela o el programa radial o televisivo dirigido a audiencias juveniles.





Los medios de comunicación y la creación de afectos en y por la ciudad

Varios analistas de la comunicación y la cultura urbana han puesto de presente el papel de los medios masivos y de recursos comunicativos como la fotografía, el cine, la televisión y el video en la apropiación ciudadana de espacios públicos y en el disfrute del patrimonio arquitectónico y cultural de la ciudad. Los medios contribuyen a la construcción de representaciones sobre la ciudad, sus zonas peligrosas y temibles, pero también sobre sus pasajes y trayectos deseables y amables. Los medios alimentan así, consciente o inconscientemente, la constitución de una poética urbana, contribuyendo a la producción de afectos hacia la ciudad y a la configuración de identidades culturales en y con la ciudad.

Los estudiosos del patrimonio cultural intangible o del también llamado "patrimonio cultural inmaterial" nos recuerdan en sus trabajos que el patrimonio tiene que ver también con recorridos y memorias urbanas que hay que activar, reconocer y actualizar. Obras cinematográficas como "La gente de la Universal" o "La Estrategia del Caracol", dramatizados televisivos y novelas urbanas como "Los parientes de Esther" de Luis Fayad, "Sin remedio" de Antonio Caballero o "Scorpio City" de Mario Mendoza, han abordado períodos y momentos significativos en la vida de la capital, tejiendo una memoria iconográfica y narrativa de la misma que produce identificaciones y recuerdos compartidos de hechos y situaciones. La cultura por ello mismo está llamada a jugar un papel importante en la apropiación afectiva de la ciudad por parte de sus habitantes.

No sobra decir que para quienes como yo no nacimos ni crecimos en Bogotá, para quienes nuestros recuerdos de infancia y adolescencia no se encuentran en la ciudad donde hoy vivimos, el desarrollo de afectos hacia ella ha tenido que ser un proceso progresivo y lento de encuentro y otorgamiento de sentido a lugares, personas, encuentros, espacios físicos y objetos. Y allí la televisión, la prensa, el cine y la radio con sus representaciones de la capital, el Festival de Teatro, "Rock al Parque", "Jazz al Parque" y otros conciertos y encuentros masivos, han contribuido a que vivamos más gratamente en Bogotá y a encontrar razones para quererla y para relacionarnos más amablemente con ella y con sus gentes.


IV. PROPUESTAS FINALES

Quisiera finalmente formular algunas propuestas para abordar la construcción periodística de las agendas de la ciudad y de los temas de la seguridad urbana. Sugeriría por lo tanto:

- Adelantar esfuerzos sistemáticos de formación con las audiencias o públicos de los medios, para que le hagan seguimiento crítico a las agendas de la ciudad que ellos proponen, para que detecten temas ausentes o excluídos, géneros descuidados u olvidados, para que develen intereses que se mueven detrás de la información, matrimonios indebidos o dependencias y parcialidades del periodismo derivadas de su relación privilegiada con las fuentes oficiales.

- Prestar particular atención a las rutinas profesionales del periodismo en el cubrimiento de los temas de ciudad, violencia y seguridad, con el fin de ver los sesgos presentes en sus nociones de noticiabilidad, así como las posibilidades de enriquecimiento de ésta desde nuevas miradas y cruces de saberes sociales.

- En ese sentido, cultivar y propender por una mejor y más atenta relación, entre la investigación académica sobre la ciudad y la cultura urbana y ciudadana, y el enriquecimiento del conocimiento y la renovación de las rutinas profesionales que organizan el ejercicio de la profesión periodística. En este diálogo, propiciar progresivamente una mayor apertura desde las dos partes: una academia menos soberbia y menos descalificadora de otros saberes sociales entre ellos el periodístico, el cual suele mirar con enorme desdén y autosuficiencia, y un periodismo más desprejuiciado y abierto hacia el saber académico al cual percibe a menudo de manera estrecha como un saber críptico, difícil de apropiar y comunicativamente intransmitible y “ladrilludo”.

- Derivar de ese rico y fluído diálogo con la Academia un interés por los aspectos estructurales de la ciudad y de la vida urbana. La investigación periodística sobre pobreza en tiempos de crecientes concentración de la riqueza y exclusión social en la inmensa mayoría de nuestros países, podría constituirse en un importante tema de colaboración entre académicos de las ciencias sociales y periodistas y comunicadores sociales.

- Estimular la función de veeduría de los medios de comunicación, con respecto a los planes o programas de desarrollo de los gobiernos urbanos

- Finalmente, desde proyectos colectivos de Observatorios de Medios que podrían asumirse desde las universidades, institutos de investigación, ONGs y organismos de política pública de comunicación, impulsar el desarrollo de estudios empíricos sobre cubrimiento periodístico de sucesos claves de la vida urbana que le devuelvan a los medios y al periodismo una retroalimentación crítica sobre su ejercicio que contribuya a la cualificación de su trabajo profesional y de su capacidad de dar cuenta de la mejor manera, de los conflictos, exclusiones, dilemas y posibilidades de la vida urbana.


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