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Brad Will
27 de octubre de 2006

Caso: Brad Will



Quién mató a Brad Will?:

8 de agosto de 2007
Por John Ross

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Cartas a la Autoridad

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¿Por qué sigue impune el asesinato de un periodista estadounidense en México?

The San Francisco Bay Guardian
8 – 14 de agosto de 2007

OAXACA – Aquellos que informamos directamente desde los hechos del movimiento de la justicia social en Latinoamérica compartimos y comprendemos que siempre existe una bala con nuestro nombre grabado. Brad Will viajó 2.500 millas, desde Nueva York a éste pueblo mexicano invadido por la violencia, para encontrar la suya.

Durante todo el verano y el otoño del 2006, el sureño estado mexicano de Oaxaca estaba en llamas. Escuadrones de asesinos - pistoleros de un despreciado gobernador - aparecieron a lo largo de las calles pavimentadas de la capital de este estado colonial, disparando con armas automáticas a las barricadas poco sólidas construidas por rebeldes enmascarados. Cientos fueron muertos, heridos o encarcelados.

Will, un periodista de documentales del Indymedia de Nueva York, sintió que necesitaba estar allí.

La xenofobia era palpable en el terreno cuando Will llegó. Los periodistas extranjeros eran atacados como terroristas en la prensa por los simpatizantes del gobernador: “¡Si ven un gringo con cámara, mátenlo!” decían en la radio.

La mayor parte de la tarde del 27 de octubre de 2006, Will había estado filmando enfrentamientos armados en las barricadas justo a las afueras de la ciudad. El estaba atrapado en la mitad de una estrecha calle mientras los balazos pasaban a su alrededor,pero continuó filmando en busca de la mejor imagen.

Y la encontró. En las últimas partes de su filmación puede observarse a dos asesinos enmarcados, disparando sus armas. Se escucha el balazo fatal y se experimenta la consternación de Brad a medida que la cámara finalmente cae de sus manos y rebota a lo largo de la acera. Fotografías tomadas al mismo tiempo por el periódico mexicano El Universal, muestran y se puede identificar a quienes disparan.

Por toda la evidencia visible, Brad Will filmó su propio asesinato. Pero esto es México, donde justicia se deletrea i-m-p-u-n-i-d-a-d y los evidentes asesinos de Will continúan caminando por las calles de Oaxaca, libres y al parecer, intocables.

Curiosamente este atroz asesinato de un reportero estadounidense en México ha generado una respuesta mínima por parte del embajador Tony Garza, un viejo amigo de Bush. ¿Por qué esta falta de interés? ¿Puede ser que Washington tiene otra agenda que interfiere con la búsqueda de justicia para Brad Will, tal como la inminente privatización del petróleo mexicano?
Dirigiéndose al Sur

Alguna vez Will fue una popular leyenda urbana del lado este de Manhattan. Viviendo de
manera ilegal en el techo de un edificio en la calle 5 donde residió por años hasta que fue
demolido, o como cuando fue sacado del ayuntamiento (City Hall) por estar vestido como un girasol para rescatar los jardines de los vecinos de la comunidad, este niño de la privilegiada y adinerada North Shore de Chicago era un legítimo héroe de la calles en los años previos a que colapsaran las torres gemelas del World Trade Center y se congelara el movimiento de cambio social de la ciudad de Nueva York.

Will era el anfitrión de un programa semanal radical en la estación pirata “Steal This Radio” y fue parte a comienzos de Indymedia, el experimento de la publicación en
la red generado durante la Batalla de Seattle, la protesta del World Trade Organization
que se realizó en esta ciudad en 1999.

Con su larga cabellera atada hacia atrás y partida a la mitad, lentes de viejito, barba y un feroz compromiso para construir una comunidad, Will parecía haber emergido completamente de un tiempo más utópico en América.

Will era un periodista independiente, una de las personas en crecimiento, al igual que Josh Wolf en San Francisco, que usaba el internet y sus propias cámaras para rastrear
y reportar sobre los momentos sociales y de injusticia. El no usaba credenciales de ninguna organización de noticias importante, pero utilizando medios como Indymedia, él
y Wolf, quienes pasaron siete meses en prisión por negarse a darle a la policía una copia
de los videos que no fueron utilizados en los documentales finales, representan parte del
futuro del periodismo.

El viaje de Will a la tierra donde moriría comenzó justo después del 11 de septiembre del 2001. Dyan Neary, una nueva periodista, conoció a Brad en el elevador bajando de los estudios WBAI en la calle sur del rascacielos el cual Amy Goodman utilizó para transmitir justo después de los ataques terroristas.

“Caminamos por los escombros. Todavía estaban echando humo”, ella recordaba en una conversación telefónica desde el condado de Humboldt, California. “Ambos estábamos realmente asustados. Pensamos que no se iba a resolver pronto. Quizás nunca. Entonces pensamos que deberíamos ir a Latinoamérica, donde las personas continúan peleando”.

Will y Neary pasaron la mayor parte del 2002 y 2003 vagando por el radiante paisaje social de Latinoamérica. En Fortaleza, Brasil, se enfrentaron con el director del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) durante las ruidosas protestas callejeras.

Ellos también viajaron a Bolivia y entrevistaron a Evo Morales, quien aún no era el presidente y viajaron al Chapare con la federación de cultivadores de coca. Compartieron tiempo en Cochabamba con Oscar Oliveira, el héroe de la batalla que impidió que Bechtel se apoderara del sistema de agua de la ciudad. A todos los lugares que iban, buscaban radios pirata y les ofrecían su apoyo.

En febrero del 2005, Will estaba en Brasil en medio de un disturbio social, filmando la resistencia de 12.000 ocupantes ilegales en un campamento cerca de la ciudad de Goiania en el estado de Pernambuco cuando llegó la policía militar, matando a dos y encarcelando a cientos. En sus videos puede escucharse el sumbido de las municiones a su alrededor a medida que él grababa otros asesinatos. Will fue salvajemente golpeado y detenido por la policía. Solamente su pasaporte de los Estados Unidos lo salvó.

Sin temor alguno después de lo sucedido, Will tomó su cámara y siguió adelante a pesar de las dificultades a través de Perú y Bolivia, y cuando se acabó el dinero, regresó a Nueva York para reunir, a duras penas, el dinero suficiente para su próximo viaje al sur. Estaba muy entusiasmado.

A principios del 2006, estaba de regreso, rastreando al Subcomandante Marcos y la Otra Campaña de los Zapatistas a través de las villas Mayas en la península de Yucatán, México.

En la primavera del 2006, Will estaba de regreso en Nueva York mientras seguía la Otra Campaña y la incipiente rebelión en Oaxaca a través del internet desde su recámara en Williamsburg del otro lado del río en Brooklyn.

Estaba listo para viajar de nuevo al sur, dicen sus amigos, pero estaba preocupado debido a que sería solo un blanco más interviniendo en el camino. Al final, la atracción por la acción lo llevó a Oaxaca. Compró un boleto de avión por 30 días, tomó el servicio regular de transporte de Brooklyn al aeropuerto JFK y viajó al sur el 29 de septiembre. Su regreso estaba programado para el 28 de octubre. Nunca logró tomar el avión.

La comunidad de Oaxaca

Un estado montañoso del sur de México atravesado por siete sierras, Oaxaca tiene uno de
los índices más altos de pobreza, mortalidad infantil, malnutrición, desempleo y analfabetismo a nivel nacional. La violación de los derechos humanos es constante. Es también el estado mexicano con el mayor número de indígenas, 17 culturas diferentes, cada una con una rica tradición de resistencia a la dominante clase alta de los blancos y mestizos. Oaxaca vibra con tensiones de las clases sociales y raciales que cíclicamente se hacen más notorias o se reprimen.

El Partido Revolucionario Institucional o PRI, estuvo a cargo del gobierno de México desde 1928 hasta el 2000, la dinastía política que ha gobernado por más largo tiempo en el mundo. La organización fue destronada por el grupo derechista Partido de Acción Nacional (PAN) y su candidato presidencial, Vicente Fox, antiguo presidente de Coca Cola-México en el 2000.

Pero en Oaxaca el PRI nunca perdió el poder. Mientras que en todo el país, los votantes se deshacían del PRI, en Oaxaca un gobernador de este partido era seguido por otro por un período de 75 años. En su último período, Ulises Ruiz Ortiz, conocido como URO, un protegido del poderoso y futuro candidato presidencial Roberto Madrazo, ganó de manera fraudulenta la elección gubernamental a la coalición de la derecha e izquierda en el 2004.

En los primeros 16 meses de su mandato, Ruiz había probado ser particularmente insensible a las demandas de los movimientos populares para la justicia social. Cuando el 15 de mayo de 2006, el día nacional del Maestro, miembros del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, conocido como la Sección 22, presentaron sus demandas contractuales, Ruiz no escuchó la petición. Entonces el 22 de mayo miles de maestros tomaron la plaza y 52 cuadras alrededor y establecieron una tienda de campaña en la ciudad. Cada mañana los maestros salían de sus campamentos y marchaban para bloquear las autopistas y edificios gubernamentales, los cuales pronto estaban llenos con mensajes de protesta contra el gobernador.

Ruiz tomó represalias el 14 de junio, enviando miles de policías fuertemente armados a la plaza para desalojar a los maestros y helicópteros que volaban a baja altura rosearon gas pimienta. La policía enviada por Ruiz se había posicionado en los hoteles coloniales alrededor de la plaza y lanzaron granadas desde los balcones. Radio Plantón, la
estación de radio pirata de los maestros, fue demolida y la tienda de campaña fue
incendiada. Una nube de humo negro invadió la ciudad.

Cuatro horas después, una espontánea explosión de la activa comunidad y las fuerzas de los enfurecidos maestros de Oaxaca, armados con bolillos y bombas molotov, tomaron el control de la plaza y desalojaron a los policías. No se vieron policías sin uniforme en las calles de Oaxaca por muchos meses. El 16 de junio, dos días después de la monumental batalla, 20.000 personas de Oaxaca marcharon alrededor de la ciudad como muestra del repudio a la “mano dura” del gobernador. Se dice que la super marcha se extendió diez kilómetros.

John Gibler, quien como activista de derechos humanos cubrió para el Global Exchange (organización internacional de derechos humanos) los enfrentamientos de Oaxaca, escribió que el arranque de los rebeldes el 14 de junio pronto se transformó en una reunión popular. La Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO) fue normalmente constituida una semana después el 21 de junio. La APPO no tenía líderes pero sí muchos voceros y todas las decisiones tenían que ser tomadas en asambleas populares.

Una ciudad paralizada

Durante las semanas siguientes, la APPO y la Sección 22 paralizarían Oaxaca, pero el
resto de México apenas lo notó. En cambio, la nación se vio hipnotizada por la fraudulenta elección presidencial del 2 de julio en la cual Felipe Calderón, del derechista partido PAN, había sido el ganador por una estrecha diferencia sobre el izquierdista Andrés Manuel López Obrador (AMLO), el candidato de la coalición dirigida por el Partido de la Revolución Democrática (PRD). Rápidamente López Obrador declare un fraude en las elecciones lo que atrajo a millones de personas a reunirse en las calles, la
manifestación política más grande en la historia de México. Oaxaca todavía parece un
problema pequeño.

Pero Oaxaca es un destino turístico internacional y la APPO y la Sección 22 bloqueó la infraestructura turística, el aeropuerto y forzaron a hoteles cinco estrellas a cerrar sus puertas. El 17 de julio, Ruiz fue forzado a anunciar la cancelación de la “Guelaguetza”, un festival de baile “indígena” que se ha convertido en la principal atracción turística de Oaxaca, después de que las bandas de rebeldes destruyeron el escenario y bloquearon el acceso a la ciudad.

Ruiz comenzó a pelear

Para las primeras semanas de agosto, el gobernador lanzó lo que se llegó a conocer como la Caravana de la Muerte, un tren de 30 ó 40 vehículos del gobierno y privados, circulaban en la noche y disparaban a los manifestantes. Los pistoleros del gobernador fueron reclutados de la policía de la ciudad y ministerial del estado.

Para evitar que la Caravana de la Muerte se moviera con libertad por la ciudad, la
APPO y los maestros construyeron barricadas, miles fueron construidos en las colonias
de la clase trabajadora alrededor de la ciudad y sus suburbios. Los rebeldes apilaron
troncos de árboles muertos, llantas viejas, la carrocería de carros y camiones quemados
para crear barricadas las cuales pronto tomaron vida propia, en tanto fueron pintados murales con las cenizas de las hogueras que se quemaron en las barricadas.

De hecho, las barricadas le dieron a la lucha de Oaxaca el aura romántica del levantamiento de la Comuna de París de 1871 y atrajo a anarquistas con cabello al estilo rastafari a la ciudad.

Una incómoda pausa en la acción de Oaxaca se dio cuando Brad Will llegó a la
terminal de autobuses el 1ro de octubre y encontró un cuarto de hotel barato para la
noche. El receso no duraría mucho.

En las barricadas

Como la mayoría de los extranjeros, quienes se denominan reporteros independientes,
Brad Will no tenía credenciales de prensa mexicana y por lo tanto se encontraba en el
país ilegalmente, trabajando con una visa de turista y susceptible a una deportación. Por
lo tanto para tener algún tipo de credencial diferente a su pase de prensa de Indymedia
para colgarse en el cuello, se acreditó en la Sección 22 y utilizó esa identificación constantemente.

El 14 de octubre, el militante de la APPO Alejandro García Hernández fue interceptado en una barricada cerca de la esquina de Símbolos Patriotas en el centro de la ciudad. Will se unió a una enfurecida procesión hacia el hospital de la Cruz Roja a donde el hombre muerto había sido llevado.

En el último despacho enviado desde Oaxaca el 16 de octubre Will filmó la muerte de una persona. “Ahora (Alejandro) está recostado allí esperando el 2 de noviembre, el Día de los Muertos, cuando pueda sentarse con sus seres queridos de nuevo para compartir comida, bebidas y canciones…. Una muerte más. Una vez más para llorar y sentir el dolor. Una vez más para conocer el poder y su feo rostro. Una bala más que rompe el silencio de la noche”.

La dinámica en Oaxaca se ha convertido en algo “poco detallado”, Will le escribió a Neary. El líder de la Sección 22, Enrique Rueda Pacheco, ha llegado a un acuerdo con el saliente gobierno de Fox y ha forzado un voto para regresar a trabajar el 21 de octubre que estrictamente conlleva en medio de acusaciones de haberse vendido y de sobornos. Si los maestros regresaban a trabajar, la APPO estaría sola en las barricadas y aún más vulnerables a los pistoleros de Ulises. Pero echarse atrás no esta en el diccionario de la Asamblea Popular y la APPO voto para que se continuará con la lucha y para convertir a Oaxaca en una ciudad verdaderamente ingobernable.

Se formaron brigadas móviles, jóvenes fuertes armados con pipas de plomo y pizarrones con clavos quienes asaltaban los autobuses que todavía transitaban en la ciudad, forzando a los pasajeros a que se bajaran y paseaban alrededor en busca de acción. Más tarde, los autobuses eran prendidos en llamas. Las calles de la antigua ciudad colonial estaban llenas de armazones carbonizados. Las barricadas fueron reforzadas para cerrar la capital a partir del 27 de octubre.

La intensificación del problema probó ser un terrible error de cálculo. En la Ciudad de México, el alboroto post electoral finalmente se había calmado y el PAN estaba listo para negociar con el PRI; y salvar al gobernador de Oaxaca era el precio que el PRI tenía que pagar.

No era el mejor momento para extranjeros sin experiencia. Los funcionarios de Ruiz estaban revisando las listas de huéspedes en los hoteles en busca de extranjeros “inoportunos”. Las autoridades migratorias amenazaron a los extranjeros con deportarlos si se unían a las protestas. El cónsul estadounidense, Mark Leyes, advirtió a sus compatriotas de que no podría ayudarlos si eran atrapados en las manifestaciones.

Para sumar al ambiente enrarecido, una nueva estación de radio pirata surgió en la 99 del dial FM el 26 de octubre. Radio Ciudadana anunció que estaba al aire “para traer paz a Oaxaca” y para celebrar el honor de “nuestro macho, pero muy macho gobernador”. Los locutores de radio parecían tener acentos de la ciudad de México. Decían en la radio que “nosotros tenemos que matar a los mugrosos en las barricadas”. Los extranjeros, subrayaba la radio, estaban provocando todo el problema. “Ellos pretenden ser periodistas, pero ellos han venido a enseñar clases de terrorismo”.

Más aterradora era la siguiente advertencia: “¡Si ven un gringo con cámara, mátenlo!”. Este veneno fue transmitido por las estaciones de radio locales todo el día el 26 y 27 de octubre, no se sabe si Will escuchó las advertencias, y si las escuchó, tampoco se sabe si las entendió pues no hablaba mucho español.

Balazo en el pecho

El 27 de octubre, Will salió a realizar entrevistas en las barricadas de Cal y Canto. Este fortín, junto con otros dos en Santa Maria Coyotepec y la Experimental, fueron cruciales para el cierre de Oaxaca. Una de las barricadas que fue construida estaba vacía. Nada se movía. Will entró a la siguiente barricada en la Experimental.

Poco después de que el reportero de Indymedia se fue, se desató un infierno en Cal y Canto. Una multitud de aproximadamente 150 simpatizantes del gobernador se reunieron, dirigidos por lo que los testigos creyeron era una Chevy Blazer. El carro se estaba moviendo muy rápido. “Pensamos que intentaría chocar contra la barricada”, dijo
Miguel Cruz, un activista con el Consejo Indígena Popular de Oaxaca (CIPO). Pero el vehículo se detuvo repentinamente y varios hombres salieron con armas hacienda disparos. Las personas del APPO se atrincheraron detrás de la barrera improvisada y llevaron a las mujeres y niños que estaban con ellos a una casa cercana. Luego regresaron a contraatacar con bombas molotov, bazucas caseras mano que disparaban cohetes de botellas y tirachinas. La multitud se había dispersado y con los pistoleros retirándose, los rebeldes incendiaron el auto.

Will escuchó sobre el tiroteo y se regresó a Cal y Canto con un gran número de reporteros. Ellos llegaron un poco después de las tres de la tarde. Will se metió debajo de un remolque estacionado para filmar a los pistoleros. Se enfocó en un hombre con playera blanca. Cuando un activista del APPO pasó corriendo (nunca se ve quién es en la última grabación de Brad),Will señaló al pistolero diciendo “camisa blanca”. Mientras todo esto sucedía, su cámara capturó a un ciclista pedaleando distraídamente a través de la intersección. Poco tiempo después, un camión de desechos apareció en la escena y el grupo en la barricada lo utilice como un escudo móvil mientras perseguían a los pistoleros.

De repente, los pistoleros se desviaron a una estrecha calle, Benito Juárez, y buscaron refugio en un edificio sin ventanas de un solo piso en la segunda cuadra. La única entrada al edificio era una puerta de garaje grande de metal y los reporteros siguieron a los militantes del APPO, muchos de ellos con sus caras tapadas, a medida que intentaban y forzaban su entrada. Will, en realidad, se paró al lado de la puerta por un minuto en busca de la “mejor imagen”. Luego, el grupo, trató sin éxito alguno chocar el camión de desechos contra la puerta.

En medio de la agitación, cinco hombres vestidos de civil, dos en camisas roja (los colores del gobernador) y otros tres en blanco, aparecieron en la entrada de la calle Benito Juárez, aproximadamente a 30 metros de distancia y comenzaron a dispararle a los
rebeldes.

Los dos en camisas roja fueron identificados más tarde en los noticieros como Pedro Carmona, un policía y representante político del PRI local y el comandante de policía Orlando Manuel Aguilar Coello. Uno de los hombres en camisa blanca que se agachó para esconderse detrás de Carmona era Abel Santiago Zárate, también conocido como El Chapulín”. Santiago Zárate y Aguilar Coello fueron identificados como guardaespaldas del presidente municipal del PRI. Manuel Martínez Ferrea. Los otros dos hombres en camisa blanca fueron identificados como Juan Carlos Soriano y Juan Sumano, ambos oficiales de policía de Santa Lucía.

Se puede ver a los pistoleros en la grabación de Brad Will justo momentos antes de que las balas lo alcanzaran. Están perfectamente capturados en una fotografía que se tomó al mismo tiempo y que se publicó en la primera página de El Universal.

Cuando el tiroteo comenzó, Will buscó refugio en el lado opuesto del resto de los periodistas y de la estrecha calle. Estaba agachado contra una pared verde limón cuando la bala lo alcanzó. Se puede escuchar el balazo en la grabación y los gritos de consternación de Will a medida que este rompe su playera de Indymedia y se hace
pedazos en su corazón. Un segundo balazo lo alcanzó en el lado derecho y destroza sus
intestinos. Había poca sangre, la primera bala había parado el corazón. En la filmación que Gustavo Vilchis y otros reporteros tomaron, la entrada de la bala parece como un
rasguño.

El segundo balazo no fue grabado y puede haber sido disparado al mismo tiempo que el primero.

Otros fueron heridos en la confusión. Oswaldo Ramírez, quien reportaba para el diario Milenio fue herido en el tiroteo. Lucio David Cruz, descrito como un espectador, recibió un disparo en el cuello y murió cuatro meses después.

A medida que Will se deslizaba por la pared hasta quedar sentado, Vilchis y el activista Leonardo Ortiz corrieron para dirigirse hacia él. Su credencial de la Sección 22 se había perdido y nadie sabía su nombre. Con balas zumbando por todos lados, lo recogieron y se lo llevaron afuera de la línea de fuego a la vuelta de la esquina a la calle Arboles alrededor de 35 pasos de distancia. Durante el camino sus pantalones se le cayeron.

“¡Una ambulancia! ¡Nosotros necesitamos una ambulancia! ¡Ellos le han disparado a un reportero!” Vilchis, un hombre gritaba desesperadamente. Guadalberto Francisco, un activista había estacionado su vehículo Volkswagen en la calle Arboles donde Will yacía sobre la acera en su ropa interior negra.

Leonardo y Gustavo subieron al moribundo Brad Will en el asiento trasero. Creyeron que todavía estaba respirando y Vilchis aplicó resucitación boca a boca. “Vas a estar bien… estás bien”, le decían, pero los ojos de Will ya se habían difuminado hacia atrás, perdido, como ellos dicen allá.

Al vehículo se le acabó la gasolina y mientras que los tres jóvenes desesperados estaban atrapados en la mitad de la calle de Cinco Señores, comenzó a llover torrencialmente. Detuvieron un taxi para que los llevara a la Cruz Roja, pero el conductor estaba a favor del gobierno y no nos transportó. Finalmente fue detenida otra camioneta en la colocamos a Will en la parte trasera. Estaba muerto cuando llegó al hospital, de acuerdo con el reporte del Dr. Mendoza.

Comienza la indignación

El 27 de octubre fue el día más sangriento de los enfrentamientos en Oaxaca. Además de Will otras cuatro personas murieron: eran Emilio Alonso Fabián, Esteban Ruiz, Esteban López Zurita y Audacia Olivera Díaz.

A diferencia de sus asesinatos, la muerte de Will generó indignación a nivel internacional. Porque él se encontraba muy conectado, y mucho de lo sucedido estaba en la imagen del disparo a un reportero de Indymedia herido mortalmente tirado en la mitad de una calle de Oaxaca lo que se expandió mundialmente por medio de la red en cuestión de minutos.

Se realizaron vigilias simultáneas en ambas costa de Estados Unidos. La mañana del 30 de octubre, 11 de los amigos de Will fueron atrapados intentando esposarse a las puertas del Consulado de México en Park Avenue, Manhattan, donde todavía se leía el graffiti “Vengar a Brad”. El consulado de San Francisco fue salpicado con pintura roja. El subcomandante Marcos envió sus condolencias e hizo un llamado a protestas internacionales. Amy Goodman realizó un servicio conmemorativo de una hora.

Las reacciones oficiales a la muerte de Will fueron más prudentes. “Es lamentable cuando manifestaciones pacíficas se salen de control y resultan en violencia”, dijo un
vocero de los Estados Unidos a la prensa, pareciendo culpar a la APPO por el asesinato
de Will. Después de advertir nuevamente a los americanos que ellos viajaban a Oaxaca “bajo su propio riesgo”, el embajador Tony Garza, un viejo amigo de Bush de sus días en
Texas, hizo comentarios sobre la “muerte sin sentido de Brad Will” y subrayó “la necesidad para un regreso a las reglas de la ley y el orden”.

“Durante meses”, dijo, “la violencia y el desorden en Oaxaca han empeorado. Maestros, estudiantes y otros grupos han estado involucrados cada vez más en manifestaciones de violencia…”

Las declaraciones de Garza le enviaron al Presidente Fox la señal que había estado esperando. Ahora que un gringo había sido asesinado, era tiempo de actuar. La mañana siguiente, sábado 28 de octubre, 4.500 Policías Federales Preventivos, un grupo elité de las fuerzas armadas, fue enviada a Oaxaca, no para regresar al estado a un nivel donde los derechos humanos y la dignidad de las personas y la libertad de prensa son respetadas, sino en cambio para romper el deseo de rebelión del pueblo y mantener a Ruiz Ortiz en el poder.

El domingo 29 de octubre, las tropas forzaron su camino a la plaza a pesar de una enorme y pasiva resistencia. Destruyeron las barricadas y trataron de dar tranqulidad a la comunidad de Oaxaca.

En México, los muertos son enterrados pronto. Después de que el Dr. Mendoza había realizado la autopsia obligatoria, el cuerpo de Will fue preparado para ser enviado de regreso a sus padres quienes ahora viven en Milwaukee. Después de un velorio privado, la familia cremó el cuerpo de Will.

Una responsabilidad falsa

Matar a un reportero gringo aquí ante el lente de las cámaras (una de las cuales fue la
suya) requiere un poco de responsabilidad falsa. El 29 de octubre, la fiscal del estado de Oaxaca, Lizbeth Cana Cadeza, anunció que se habían dictado órdenes de captura en contra de Abel Santiago y Orlando Manuel Aguilar, dos de los cinco policías que fueron capturados en la filmación disparando contra Will. Posteriormente fueron detenidos.

El escándalo perdió fuerza dos semanas después, cuando el 15 de noviembre Cana lanzó un “bombazo” en una conferencia de prensa: los policías no mataron a Will, fue herido por los rebeldes, dijo.

La muerte de Will, insistía, había sido “una confabulación falsa para internacionalizar el conflicto” y fue, de hecho, “el producto de una acción conjunta premeditada”. El impacto mortal había sido disparado desde menos de dos metros y medio de distancia, mencionó Cana, aunque no existe nada en el reporte del Dr. Mendoza para indicar esto. Los verdaderos asesinos fueron “el mismo grupo que (Will) estaba acompañando”.

En el escenario de la fiscal del estado, el orden de los disparos fue invertido: Primero Will había recibido el disparo en un lado en la calle y luego rematado con una bala en el corazón cuando estaba en camino al hospital en el vehículo de Gualberto.

La conspiración de la fiscal fue cuestionada inmediatamente por el APPO. “Los asesinos son aquellos que se muestran en la filmación”, Florentino López, el vocero principal de la Asamblea, afirmó en una reunión esa noche.

De hecho, nuestra detallada investigación muestra que existe muy poca evidencia para apoyar la teoría de Cana. Fotografías de la escena, algunas publicadas en la prensa mexicana, muestran el cuerpo de Will con un hueco sangriento en el pecho en la
calle cerca a donde fue herido, indicando que el impacto fatal en su corazón había
ocurrido antes de que fuera llevado al carro donde supuestamente le habían disparado.
Existe otro problema con las sugerencias de la fiscal: Nadie en la escena del crimen vio a integrantes de la APPO cargando armas, o a nadie más, excepto a las autoridades. Yo he hablado con varios testigos y todos dicen lo mismo. Los rebeldes en las barricada de Cal y Canto no tenían armas de fuego ese día, ningún tipo de arma que pudieran haber disparado contra Will.

Miguel Cruz, quien pasó la mayor parte del 27 de octubre con Will, primero en la oficina central de la CIPO y luego en las barricadas de Cal y Canto y la calle Juárez, es un tímido joven indígena Zapoteca, que se enfureció y habló con pasión mientras escuchaba las acusaciones de Lizbeth Cana.

“Los compañeros no tenían armas. ¿De qué arma está hablando? Ellos tenían tirachinas y bombas molotov, pero no armas de fuego. Los priistas y los policías tenían sus calibre 38 y nos estaban disparando. Lo único que intentábamos era salvar la vida de Will, no matarlo”.

Y si Cana tenía alguna prueba de las acusaciones, ella posiblemente hubiera presentado cargos. Pero ninguno de los protestantes o acompañantes de Will han sido formalmente acusados por el asesinato. Los fiscales de Ulises nunca han presentado públicamente la supuesta arma asesina.

Pero para el momento en que Cana contó su historia, por supuesto, la única manera de determinar con seguridad el orden de las balas y la distancia de las cuales ellas fueron disparadas seria exhumar el cuerpo de Will. Pero su cuerpo había sido cremado la semana anterior.

El 28 de noviembre El Chapulín y Manuel Aguilar fueron puestos en libertad debido a la “falta de evidencia” por el juez Vittoriano Barroso, con la estipulación de que no podrían ser arrestados de nuevo sin nueva evidencia.

Lizbeth Cana, quien actualmente es la candidata del PRI por la legislatura del estado (con apoyo del gobernador de Oaxaca) colaboró cercanamente en el caso con el secretario de Protección Civil de Oaxaca, Lino Celaya. Ambos reportaban al secretario de Gobierno de Ulises, Heliodoro Díaz, quien a su vez reportaba directamente al gobernador. Era claro que las acusaciones de la fiscal en contra de los de camaradas de Will y la determinación de inocencia para los supuestos asesinos, venían directamente de altos mandos.

En el camino de la evidencia

El Dr. Mendoza estaba ocupado cuando llegué a las instalaciones de la CEMEFO, la
morgue de la ciudad de Oaxaca, para pedirle una copia del reporte de la autopsia en la cual el estado de Oaxaca había basado sus acusaciones.

“Will murió hace ocho meses”, Mendoza reclamó con enojo, “¿usted sabe cuántos más han muerto desde entonces? ¿cuántas autopsias he realizado?”, hacienda gestos hacia el cuarto de la morgue donde yacían filas de cadáveres.

El escritorio del médico forense está lleno de pilas de papeles, tramitando el papeleo de uno de los muertos. No tiene tiempo de buscar el reporte de la autopsia. No soy el primer reportero en preguntarle sobre el documento. “¿De qué periódico viene?”, preguntó sospechosamente y cuando le mostré mi pase de prensa él me dijo que no le sonaba como una fuente periodística real. “Se lo que estoy haciendo, trabajé de medico forense en su país”, dijo de manera defensiva y me corrió de su oficina.

Entré a la comisaría de Policía debajo de las escaleras del primer piso del Palacio Municipal Santa Lucía del Camino. El pequeño cuarto estaba lleno de policías y humo de
cigarro. Tres de los oficiales estaban con sus trajes de fajina y el resto en ropa de civil. Me habían advertido no preguntar por Pedro Carmona, el hombre con camiseta
roja más prominente en las imágenes de Will. Carmona es descrito como prepotente y siempre está armado.

En cambio, le pregunté al oficinista si podría tener unos minutos con el supervisor de seguridad Abel Santiago Zárate y el comandante de policía Orlando Manuel Aguilar Coello. Por lo que sabía, los dos estaban sentados en el mismo cuarto justo detrás de mí. El oficinista estudió cuidadosamente mi identificación. “¡Qué lástima!” exclamó, “el supervisor acaba de salir y no va a regresar hasta después de las seis. El comandante esta de descanso el día de hoy”. Cuando llamé después de las seis el Chapulín todavía no estaba disponible. Ni él no Aguilar estarían disponibles las docenas de veces que yo llamé.

Este tipo de excusas no son inusuales en México, donde con frecuencia los policías asesinos venden sus servicios a los caciques locales y regresan a trabajar como si nada hubiera sucedido. Aquellos quienes dirigen desde sus escritorios en las cámaras estatales y palacios municipales, los “asesinos intelectuales” como son llamados, nunca son responsables por sus crímenes.

Una visita desde casa

En marzo, Kathy y Howard Will junto con el hermano mayor y la hermana de Will realizaron una visita triste y sin una conclusión clara a Oaxaca. Ellos habían contratado a
Miguel Angel de los Santos Cruz, un defensor de los derechos humanos que muy a menudo había defendido a las comunidades zapatistas en Chiapas. John Gibler iba
a servir de traductor.

Los Will, estadounidenses de clase media alta, tenían poca experiencia con el sistema de justicia mexicano; el viaje fue una experiencia traumática y les abrió los ojos a la realidad.

La Procuraduría General de Justicia de la Republica (PGR) había tomado el caso en diciembre, pero en lugar de investigar la complicidad y culpabilidad de la policía, estaban buscando la manera de apoyar las dudosas acusaciones de Lizbeth Cana culpando a los acompañantes de Will de sobre muerte.

Gustavo, Gualberto, Leonardo y Miguel Cruz fueron citados para dar su testimonio con la presencia de los Will. Testificar era una aventura riesgosa, debido a que ellos podrían ser acusados de asesinato en cualquier momento, pero como señal de respeto a la familia, estuvieron de acuerdo en contar su historia a los investigadores federales. Durante el testimonio, los testigos fueron repetidamente cuestionados sobre los acontecimientos y se les pidió identificar no a los policías que aparecían en las filmaciones de Will, pero si a sus propios compañeros, algunos de las cuales estaban enmascarados y aparecían en las grabaciones realizadas por la cadena Televisa. Ellos se negaron.

Cuando de los Santos acompañó a los Will a una reunión con Cana, ésta hizo mucho alarde de su investigación y les prometió una copia de ella. Pero se negó a permitirle a la familia de Will ver su playera de Indymedia y las dos balas que fueron extraídas de su cuerpo. Estos artículos estaban bajo el control del Juez Barroso, el mismo juez que dejó libre a los policías.

Las políticas del petróleo

Existen grandes geopolíticas de impacto. El Departamento de Estado de los Estados Unidos tiene cierto conflicto de interés en influenciar al reciente presidente mexicano Felipe Calderón para atrapar a los asesinos de Will. Todo el problema en Oaxaca estaba relacionado con un debate político entre el PAN de Calderón y el PRI de Ruiz: Protejan al gobernador y el PRI apoyará el paquete legislativo del presidente, ciertamente, los cientos de votos del PRI en la cámara baja del Congreso le garantiza a Calderón dos tercios de la mayoría que él necesita para alterar la Constitución mexicana.

Como prioridad en la agenda legislativa de Calderón está abrir PEMEX a la inversión privada, la corporación nacional de petróleo expropiada de los dueños ingleses y americanos en 1938 y un símbolo patriótico de la revolución nacional de México, una estrategia que requiere una enmienda constitucional.

Debido a que el presidente Lázaro Cárdenas expropió y nacionalizó la industria del petróleo mexicano de los dueños angloamericanos en 1938, los Estados Unidos ha tratado de tomarla de nuevo. “La presión transnacional para privatizar nuevamente PEMEX ha sido brutal”, observa John Saxe Fernández, un profesor de estudios de recursos estratégicos en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

Durante las tan reñidas elecciones presidenciales del 2 de Julio del 2006, los dos candidatos debatieron la privatización de la corporación nacional del petróleo de México ante la cámara de Comercio Americana en la Ciudad de México; el ex embajador de los Estados Unidos, Jeffrey Davidow, moderó el debate. Cuando el izquierdista Andrés
Manuel López Obrador insistió en que él nunca privatizaría lo que les pertenece a los mexicanos, las personas de negocios lo miraban atónitos en silencio. Felipe Calderón prometió abrir PEMEX a la inversión privada y se escucharon miles de aplausos. Sin duda alguna Calderón era el candidato de Washington en una elección fraudulenta.

Para poder acomodar a Washington, Calderón necesitaba dos terceras partes de la mayoría en el Congreso mexicano, y los cientos de votos del PRI, que en un momento dominaban en la cámara baja son cruciales para garantizar la enmienda constitucional. “Sin los votos del PRI, PEMEX no será privatizada. Por esta razón Calderón le ha concedido impunidad a Ulises Ruiz”, concluyó el profesor Fernández.

Garza quien representa los intereses de Washington en México, está ansioso por ver a PEMEX privatizado, una oportunidad para Exxon y Halliburton (la subcontratistas más grande de PEMEX) de tomar una gran parte de la compañía de petróleo número ocho más grande del mundo. El presionar al presidente Calderón para hacer justicia por Will podría enemistar al PRI y poner un freno a la negociación.

No es fácil imaginar a Brad Will ser una ficha en el juego del poder. A medida que los meses pasan y los asesinatos desaparecen de la memoria, eso es exactamente en lo que él se está convirtiendo.

Nota del editor: John Ross ha sido el corresponsal en la Ciudad de México para el San Francisco Bay Guardian por 22 años. El es el autor de ocho libros de política mexicana y ha dictado clases sobre Latinoamérica en universidades desde Harvard hasta UC Berkeley.

FOTOS
1. Brad Will, periodista independiente. Foto cortesía de bradwill.org

2. Foto del 27 de octubre de 2006 publicada en el diario El Universal, tomada justo cuando fue asesinado Brad Will. Muestra a oficiales de la policía de Oaxaca disparando contra manifestantes. De izquierda a derecha Juan Carlos Soriano, Orlando Manuel Aguilar Coello, Pedro Carmona, y Abel Santiago Zárate. Foto de Raúl Estrella, El Universal

3. Brad Will. Foto tomada del The San Francisco Bay Guardian.

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