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20 de marzo de 1997

Caso: Gerardo Bedoya Borrero



Investigación Previa:

1 de noviembre de 1999
Ana Arana

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Gerardo Bedoya Borrero se acercó al escritorio de Isabella Prieto,su colega y protegida en El País. Le llevaba su columna para el día siguiente. “Piensa en un título”, le dijo con su voz grave.

“Ese día estaba complacido consigo mismo”, recordó Prieto. La columna respaldaba la extradición de los narcotraficantes, un tema delicado en la ciudad, donde el Cartel de Cali se había entronizado durante dos décadas.

Bedoya, un escritor fino y pensador atrevido poco conocido fuera de Cali,era el fogoso director de las páginas editoriales del diario El País. “Tenía meses de estar escribiendo agresivamente contra el tráfico de narcóticos”, agregó Prieto. “Le habíamos advertido que bajara el volumen, pero siguió igual”. Con esto, Bedoya violaba una regla no escrita entre los periodistas de Cali: no escribir en forma negativa sobre el cartel de drogas.

Bedoya odiaba a los cinco capos del cartel. En sus columnas, publicadas dos veces por semana, castigaba duramente a los cabecillas de la droga, quienes se presentaban como ciudadanos cívicos honorables. También criticaba a aquellos caleños que se doblegaban ante los deseos de los traficantes. Su lenguaje,irónico y cargado de desprecio,cortaba como un filo de navaja.Maestro en el uso del idioma, Bedoya se ponía más atrevido semana tras semana.

El artículo que le costó la vida se publicó el 27 de febrero de 1997. Tres semanas después -el 21 de marzo -un sicario lo baleó en una calle oscura. Fue la venganza del Cartel de Cali. Es más, parecía que la intención era asesinar no solo al hombre, sino también su reputación.La investigación del homicidio ha estado plagada de verdades a medias y demoras provocadas por rumores. Estos, fabricados por sus asesinos, trataron de buscar su desprestigio relacionando el asesinato no con la labor profesional, sino con sus inclinaciones homosexuales. Un rumor infundado, por cuanto Bedoya tenía fama de lo que en Colombia se denomina “pipi-loco”, un nombre que se adjudica a los mujeriegos. Sin embargo, lo grave de este tema, es que la Fiscalía se haya quedado con la tesis de la homosexualidad por tanto tiempo, mientras se diluían otras pruebas.

Las insinuaciones han afectado en forma directa la investigación del gobierno, retrasando los procedimientos y sumiendo el caso en una impunidad total a más de dos años del delito.

Toleraba poco a los narcos

La decisión de matar a Bedoya quizás se tomó en 1995.En ese año Bedoya comenzó a escribir sus notas más ásperas contra el cartel. Los colombianos enfrentaban su peor pesadilla: la corrupción de la droga había penetrado las esferas más altas de la política,los negocios y la sociedad. Bedoya se mostraba impaciente con sus compatriotas ante la indiferencia hacia el cartel.“Permitimos que prosperen ”,se quejaba con sus amigos.

Toleraba poco a los narcos. Hasta a su cocinera le prohibió hacer compras en la cadena de farmacias “La Rebaja ”, propiedad de los hermanos Miguel y Gilberto Rodríguez Orejuela,capos máximos del cartel.

En 1995 Colombia se estremeció cuando se reveló que el presidente Ernesto Samper recibió seis millones de dólares en contribuciones de los narcotraficantes de Cali para su campaña política. Las acusaciones fueron dadas a conocer inicial- mente por Andrés Pastrana,quien las ofreció en un cassette difundido en su primera presentación televisada el 24 de julio de 1994, después de haber sido derrotado por Samper en las elecciones presidenciales.El cassette contenía grabaciones de conversaciones en las que los hermanos Rodríguez Orejuela hablaban de sus aportes monetarios a la campaña presidencial.

Este fue el comienzo de todo.Entre 1995 y 1997,el fiscal Alfonso Valdivieso puso en marcha un esfuerzo titánico -conocido como el Proceso 8000 -para desenmascarar la corrupción en los círculos políticos.Decenas de políticos y empresarios acusados de recibir sobornos de los narcotraficantes fueron enjuiciados y encarcelados. El proceso casi paraliza al gobierno,pero el Presidente recurrió a su astucia política para mantenerse en el poder, pese al profundo disgusto y repudio del público. El Congreso colombiano lo absolvió de los cargos de conducta impropia. Muchos miembros del Congreso temieron que ellos también fueran investigados.

El proceso dividió al pueblo colombiano entre aquellos que apoyaban a Samper y su Partido Liberal y los que exigían una responsabilidad total y su renuncia.El Presidente logró terminar su mandato y entregó el gobierno a su sucesor, Pastrana, en agosto de 1998.

Samper logró manejarse mediante la explotación del descontento del pueblo colombiano hacia la política norteamericana respecto a los narcóticos. Los colombianos están hastiados de la presión ejercida por Estados Unidos en asuntos que consideran de orden interno. Muchos opinan que Estados Unidos injustamente concentra el mayor peso de su política antidroga sobre los países productores y muy poco sobre los consumidores estadounidenses.

Bedoya dijo a sus amigos que el gobierno colombiano nunca se hubiera investigado a sí mismo a no ser por la presión norteamericana y la tenacidad del fiscal Valdivieso, quien tomó muy en serio su cargo. (Valdivieso es primo hermano de Luis Carlos Galán,quien fuera candidato presidencial por el Partido Liberal, asesinado por los narcotraficantes en 1989.)

Todos estos aspectos estaban reflejados en el comentario que le costó la vida a Bedoya publicado en febrero de 1997.

Bedoya se contaba entre un puñado de periodistas y columnistas que escribían contra el narcotráfico y Samper. Muchos de estos periodistas,sin embargo, vivían en Bogotá y por tanto estaban menos expuestos al peligro del Cartel de Cali. De hecho, la prensa nacional con sede en Bogotá publicó mucho sobre la investigación del Proceso 8000, ya que el despacho del fiscal le filtraba gran parte de sus hallazgos para evitar que el gobierno de Samper obstaculizara el proceso.
El que Bedoya viviera y escribiera en Cali tornaba su situación casi suicida.La mayoría de los cabecillas del cartel ya se hallaban encarcelados en 1996, pero eso no significaba que cesaba su control del tráfico de drogas. Una lectura de las columnas y los editoriales de Bedoya dejaba la impresión de que él compartía esta percepción.

Según antiguos funcionarios norteamericanos, el Cartel de Cali planificó reducir su volumen algunos años antes de que sus líderes se entregaran. “Al cartel nunca se le conquistó;sencillamente desmantelaron sus operaciones mayores y se dividieron en varias células”, declaró un experto.

Para Cali, la caída del cartel representó la pérdida de muchas inversiones procedentes del tráfico de drogas, las que estaban dirigidas a las industrias de la construcción y los servicios. La tasa de desempleo en la ciudad trepó al 18 por ciento.

También comenzó a disiparse el poder cívico que los narcos ejercían sobre la ciudad.La policía dejó de detener el tránsito en arterias principales para dejar pasar las caravanas motorizadas de los traficantes. También cesó el bloqueo de las calles por donde Miguel Rodríguez Orejuela pasaba para visitar a su amante.

Bedoya exigió medidas que aseguraran que los narcotraficantes no volviesen a dominar su ciudad. Apoyó propuestas destinadas a crear leyes estrictas para controlar el lavado de dinero. También respaldaba un controvertido proyecto de ley para restaurar en forma retroactiva la extradición de ciudadanos colombianos acusados de crímenes en otros países, en especial Estados Unidos. En sus editoriales, Bedoya claramente favorecía la posición norteamericana.

El 18 de enero de 1996 escribió:“El narconacionalismo usó el patriotismo latente de los colombia- nos para abolir la extradición. Se deshicieron de ella estallando bombas,pagando sobornos y recitando una retórica populista. ¡Nuestra soberanía! Las palabras bellas pueden tener un sentido tonto. Nunca hemos debido de haber tirado esa llave.La extradición era una fuerza disuasiva.Era la última opción para un país débil y económicamente pobre,que debe defenderse de criminales más poderosos y ricos. Nunca pensé que la extradición violara nuestra soberanía ”.

Al mismo tiempo, el senador estadounidense Jesse Helms,presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado,instaba al presi- dente Bill Clinton a que negara la certificación de Colombia.John Deutsch,director de la Agencia Central de Inteligencia,declaró que la crisis colombiana y la complicidad de Samper en la narco- corrupción creaban un serio desafío para la política norteamericana.

“Hay una amenaza silenciosa de parte de los narcotraficantes”, afirmó Luis Cañón, el actual jefe de redacción del diario El Espectador, de Bogotá . Bedoya evidentemente calculó mal ese peligro.

Pese a que las condenas que recibieron los cabecillas de Cali fueron leves -la pena máxima fue de nueve años -sí le temían a la extradición.

Varios grafitis a favor de los narcos aparecieron en las paredes de la ciudad.Estos estaban dis- puestos a cumplir sus sentencias en Colombia y también a devolver una fracción de su considerable fortuna, calculada por la revista Forbes entre las cien más cuantiosas del mundo. Pero jamás aceptarían lo que Bedoya abogaba: el decomiso total de las propiedades obtenidas con el dinero del narcotráfico y la extradición retroactiva.

El respaldo de Bedoya a la posición estadounidense -extraditar los narcos a Estados Unidos debido a la inseguridad de las c árceles colombianas -aseguró su pena de muerte. Columnas como la que escribió luego de la fuga de José Santacruz Londoño, otro capo caleño, de una cárcel de máxima seguridad, echaron más leña al fuego.

“En Colombia, las cárceles de máxima seguridad en realidad son cárceles de máxima inseguridad”, escribió.

Su prédica contra Samper

Es posible que a Bedoya lo hayan marcado para asesinarlo desde diciembre de 1995,más o menos cuando los cabecillas del Cartel de Cali comenzaron a planificar su rendición. La policía había reforzado la protección brindada a los principales periodistas de Bogotá,pero pasaron por alto a los periodistas del interior. Bedoya transitaba por Cali en un sencillo Volkswagen Golf. Su chofer, Leopoldo, era un hombre de 50 años que trabajaba con él desde hacía bastante tiempo.

Bedoya anhelaba que Cali se convirtiera en una ciudad cívica y respetuosa de la ley. “Constantemente decía -señaló su primo,Hugo Borrero -que hay que recordarle a la gente lo que es correcto ”.



El 6 de enero de 1996 Bedoya escribió:“La ciudad podría ser mejor de lo que es. Podría ser lo que debiera ser. Podría recobrar su tranquilidad...podría reafirmar nuestro sentido de comunidad.Podría exiliar a los narcos. Es fácil,incluyendo esto último, si hubiera la voluntad oficial y colectiva para llevarlo a cabo”.

Su columna sobre Diego Maradona, el famoso futbolista argentino, representó un enjuiciamiento al tráfico de narcóticos:

“Maradona le rinde un gran servicio a la juventud.¿Por qué?Porque dice la verdad. Las drogas son malas; la adicción a la droga es un abismo y una tragedia...En (reciente) entrevista, Maradona dijo que debiera existir la pena de muerte para los narcotraficantes”.

Bedoya llegó a detestar al presidente Samper.

Las primeras columnas de Bedoya sobre la complicidad de Samper con el Cartel de Cali fueron directas, pero respetuosas.

“No es fácil renunciar. Pero sería un acto de voluntad que el pueblo colombiano y futuras generaciones le agradecerían a Ernesto Samper”, escribió en enero de 1996.

En poco tiempo sus columnas se tornaron mordaces.Cuando se hizo evidente que Samper había hecho tratos con influyentes congresistas para entorpecer la investigación del Congreso colombiano en junio de 1996, Bedoya escribió:

“¿Y ahora qué? El presidente no se quiere ir... no sería improbable que nos cansemos de este enfrentamiento,que aceptemos con resignación que es mejor,aunque hubo narco dinero,que el presidente siga en el poder...Pero esta actitud es suicida para un país que tiene ante sí la mejor oportunidad para lavar su democracia y hacer un profundo y sincero examen de los peligros del narcotráfico”.

En septiembre de 1996 se descubrió heroína en el avión presidencial que debería llevar a Samper a las Naciones Unidas.El gobierno de Samper dijo que la heroína era parte de una conspiración estadounidense. Bedoya escribió: “Dejémonos de tanta especulación; no inventemos tantos trucos. La heroína en el avión presidencial fue solo otro episodio de la tragedia colombiana...fueron los narcotraficantes que pretendían enviar otro embar- que a Estados Unidos aprovechando la inmunidad del avión presidencial”.

Bedoya creía en su misión. “La función de nosotros,los pobres periodistas, es reconstruir la esperanza”, escribió.

Su última labor periodística

Una amiga de Bedoya, Ximena Palau, le advertía cuando pensaba que éste se sobrepasaba.“Cállate -le repetía -que vives en las entrañas de la bestia”, dijo. Bedoya no le avisó de su columna de febrero de 1997 antes de su publicación.

Rodrigo Lloreda, el entonces director del El País, y se alarmó cuando leyó el comentario. Poco antes,le había pedido a Bedoya que suavizara sus notas. Lloreda es un hombre tranquilo de legendaria ecuanimidad cuya familia fundó El País. El periódico es moderno y bien redactado. Pero el estilo de Lloreda no era de atacar frontalmente a los narcotraficantes.

Era tarde de noche cuando Lloreda llamó por teléfono a Bedoya para reiterarle que iba a editar la columna, según cuentan empleados del diario. Lloreda le cambió el titular y eliminó referencias a los hermanos Rodríguez Orejuela.

Pese a estos cambios,el comentario fue lo más provocativo que apareció en la edición del próximo día. Hasta el titular era agresivo: “Aunque me llamen proyanqui”.

Así rezaba el primer párrafo:“Prefiero la presión de Estados Unidos a la presión de los narcos.Prefiero la influencia de los norteamericanos sobre nuestro gobierno a la influencia de los narcotraficantes. Prefiero la intervención de Estados Unidos en nuestros asuntos internos al cartel de drogas”.

“La presión norteamericana tiene los siguientes efectos: 1)Una ley contra el lavado de dinero. 2)Condenas más largas para los traficantes. 3)Mayor seguridad en las c árceles para que los criminales no puedan hacer lo que les de la gana. 4)La fumigación de miles de hectáreas de campos de amapola y coca. 5)El resurgimiento del tema de la extradición como asunto legítimo y no como un tema tabú,intocable y prohibido. 6)La formación de una conciencia pública que reconoce los daños que la droga le causa al sistema político colombiano y a la sociedad en general.

“La presión de los narcotraficantes a nuestro gobierno y nuestra sociedad ha tenido los siguientes efectos: 1)Un código penal escrito bajo la influencia y por mano de abogados que trabajan para los traficantes. 2)Las condenas carcelarias impuestas a los criminales. 3)La eliminación de la extradición (de colombianos)como arma para combatir el crimen internacional. 4)La corrupción política... 7)Contribuciones financieras a una campaña presidencial que ganó las elecciones”.

Los amigos de Bedoya aún sienten escalofríos cuando leen esa columna.

Bedoya se había convertido en la única voz fuerte de protesta en Cali. El último periodista caleño que se atrevió a hacerlo fue Raúl Echavarría Barrientos, subdirector del otro diario de Cali, Occidente. Echavarría fue asesinado en 1986, dos días después de que su periódico publicó un editorial respaldando la propuesta del ex presidente norteamericano, Ronald Reagan, que pedía la pena de muerte para los narcotraficantes.

Su vida personal

Ximena Palau dice que casi se echó a llorar la mañana en que leyó la columna proyanqui. “Sabía que se había sentenciado a muerte”, dijo con voz emocionada. “Había que estar en Cali para comprender la gravedad de ese titular y el contenido de la columna”.

Entrevistada en Bogotá,donde hoy vive,Palau declara su enojo ante la falta de justicia en el caso Bedoya. Muestra una foto de ella con Bedoya tomada frente al Lincoln Center de Nueva York, cuando su romance estaba en pleno apogeo. Bedoya era un apasionado de la ópera y la música clásica. Palau recordó también su predilección por camisas marca Brooks Brothers, zapatos Bally y habanos de Cuba. Pero no se expresa con tanta soltura sobre la pasión de Bedoya por las mujeres bellas. Este tenía una debilidad por las mujeres guapas, pero nunca se casó. A su entierro asistieron “muchas viudas,” declaró su primo, Hugo. “Pudo mantener la amistad con todas sus ex amantes y todas se presentaron al entierro”.

Bedoya salía con diversas mujeres. Pero, según sus amigos, nunca salía con quienes no fueran de clase alta. La excepción fue María Eugenia Arango, una hermosa y misteriosa dama que conoció en la feria taurina de Cali en diciembre de 1995.

Cuando Bedoya murió estaba en compañía de ella, una hermosa trigueña poco conocida en círculos de Bedoya. Es una mujer divorciada,madre de una pequeña hija y aficionada a la joyería de oro y a los toros. Los amigos de Bedoya creen que ella conoce los detalles del asesinato, pero se negó hablar con la SIP.

Las sospechas en torno a Arango han aumentado desde que los amigos de Bedoya se enteraron de que dijo a la policía que él era homosexual y no tenía relaciones íntimas con las mujeres.Relatos de las ex amantes de Bedoya, entre ellas Ximena Palau,contradicen esta afirmación. Pero los investigadores caleños han aceptado como auténticas las declaraciones de Arango. Estos aún permanecen al frente de la indagatoria. Cali es una ciudad tropical y conservadora donde la condición de soltero de Bedoya despertaba suspicacias. Aquella insinuación enoja a Palau y al primo, Borrero. Rehúsan hablarle a la policía mientras ésta siga solo esta línea de investigación. La policía, a su vez, tacha a la familia de poco cooperativa y es por eso, dicen, que el crimen no se ha resuelto.

“Es una vulgar deducción de parte de quienes nunca le conocieron”, afirmó Borrero. “No me importaría, salvo que esto ha retardado la investigación. Es la táctica perfecta. Lo cual me hace creer más que su asesinato es parte de una conspiración mayor”.

Palau, una mujer elegante de 36 años, dice que nunca ha estado con un hombre tan varonil como Bedoya. Ella pregunta: “¿Piensas que ocultaríamos eso si [el rumor] fuera cierto y la clave para resolver el crimen?”

Un mujeriego reconocido, Bedoya no tenía deseos de casarse.“Le gustaba vivir solo”, explicó Borrero. “Es más, a mí se me hacía lo correcto porque él era neurótico e imposible de vivir; hubiera vuelto loca a cualquier mujer”. Todos los años Bedoya declaraba a los amigos que “este año” sí se casaría, pero nunca lo hizo.

Vivía en un ciudad famosa por su bellas mujeres y clubes nocturnos. Pero él no era un “hombre tropical”. Prefería la música clásica, la poesía y los libros. Poseía una de las mejores bibliotecas personales de Cali.Viajaba a Nueva York en busca de estímulo cultural. Es más,tenía un viaje planeado la misma semana de su muerte.

El periodista se quejaba a menudo de la falta de compañeros intelectuales en Cali. Perdió con quien conversar cuando Palau se mudó a Bogotá por razones de trabajo.

Bedoya tuvo varios cargos políticos en Cali y Bogotá durante la época que permaneció en el poder el Partido Conservador.Al momento de morir era presidente del capítulo en Cali del Centro de Estudios Colombianos,una institución conservadora.

El carácter de Bedoya,quien era un romántico de corazón,se formó en el contexto de una estricta educación jesuita en un internado de Rochester,Nueva York. Allí pasó tres de sus cuatro años de escuela secundaria.Era fanático de Rubén Darío y Baudelaire y recitaba de memoria sonetos y poemas de otros escritores franceses e ingleses.Le encantaba hablar sin parar sobre la ciencia,la política y las artes. Después de su muerte,sus colegas encontraron una libreta llena de apuntes con sus pensamientos sobre la vida,la ciudadanía,el matrimonio,la soledad y la felicidad.

En la era de la computadora,Bedoya todavía usaba una máquina de escribir Remington portátil,como la que cargaban los corresponsales viajeros hace décadas. Era una persona insomne que diariamente se daba duchas de dos horas,mientras formulaba su plan de trabajo y los temas que escribiría, según Palau.

Bedoya difícilmente le caía bien a la gente.Era extremista en sus gustos,le encantaba a quienes lo conocían o era despreciado y actuaba de acuerdo a esto. Hay personas que lo detestan aún en la muerte.Otros no se aguantan las lágrimas al recordar su personalidad neurótica y su sentido del humor.

Juanita,una joven de la raza negra,era su cocinera.Bedoya tenía una relación especial con ella y con sus dos hijos,poco común en Cali,donde se destacan las diferencias raciales.“Le rezo cuando algo malo me pasa,porque sé que me ayudará ”,dijo Juanita. “Fue un gran señor que no mereció morir de esa manera”, afirmó.

Bedoya también tenía sus favoritos en el periódico.Uno de ellos fue Diego Martínez,el jefe de redacción.“Gerardo era asombroso.Lo quería mucho y me apena pensar en su muerte ”, dijo Martínez, cerrando los ojos mientras veía una cinta con imágenes del asesinato.



El Crimen

Poco antes de las cuatro de la tarde del 20 de marzo,Arango llamó a Bedoya a su escritorio.La oficina tenía paredes de cristal con aberturas en la parte superior.Isabella Prieto y otros reporteros que se sentaban cerca de su despacho,siempre podían escuchar a Bedoya conversar en voz muy alta.Arango le pidió que la llevara a ver un apartamento porque su coche estaba descompuesto. Todo el mundo se acordaba de ella. Desde que Bedoya la trajo al periódico poco después de conocerla,ésta se convirtió en tema de vivo interés entre los periodistas.

“Todavía recuerdo el día que entró a la sala de Redacción ”,dijo Diego Martínez. “Todas las cabezas voltearon.Era joven y despampanante ”.

Solo algunos familiares y amigos cercanos de Bedoya conocieron a Arango.Esta tiene amistad con Clara,la hermana de Bedoya,pero éste no se llevaba bien con sus hermanas.

Alta,bronceada y de ojos verdes, Arango captó el interés de Bedoya en una corrida de toros en 1995. Ella había comprado dos asientos al lado del puesto reservado de Bedoya,quien estaba amargado por la decisión de su hermana de vender dos lugares exclusivos asignados a su destacada familia caleña. De acuerdo a la tradición esos eran puestos que se pasan de generación en generación.Son pocos los nuevos ricos con posibilidades de obtenerlos.

Su enojo se disipó cuando vio a Arango en uno de esos lugares. Aunque se supone que Arango contaba con poco dinero,se dice que pagó 2.000 dólares por los boletos para la temporada.Clara,la hermana de Bedoya,negó en una entrevista que ella fue la que decidió venderle los puestos a Arango.

Bedoya asistió a una fiesta de cumpleaños para el gerente administrativo del periódico la noche del 20 de marzo de 1997. Abandonó la sede del diario a las 7:30 p.m. Sus amigos nunca más lo vieron con vida.

El chofer de Bedoya condujo el Volkswagen rojo a un complejo residencial en el sur de Cali.Allí vivía Arango con su madre y su hija. Ella tardó unos minutos en bajar. El esperó frente a la entrada del lugar,un área mal iluminada donde caminó por diez minutos en círculos para hacer ejercicio. Los amigos de Bedoya se preguntan por qué el asesino no lo siguió y lo mató en ese mismo lugar.

Según información que el chofer proporcionó a las autoridades, cuando Arango apareció fueron a otro barrio privado a pocos minutos de distancia,Multicentro, ubicado en la calle 87 con carrera 12.

Arango y Bedoya salieron del coche y pasaron por el portón de entrada para ver un apartamento.El área estaba a oscuras,ya que el alumbrado público se había apagado inexplicablemente ese mismo día.El guardia le dijo al chofer que estacionara a unos pocos metros, de modo que al regresar por el portón minutos más tarde, tuvieron que caminar una corta distancia al lado de una hilera de árboles. Un hombre surgió de las sombras y le disparó cinco veces a Bedoya. El asesino llevaba una camiseta blanca y una gorra de béisbol.

Al vaciar su pistola,el matón gritó:“Bedoya,maricón ”.(Esta es otra insinuación que ha llevado a la policía a seguir la teoría de un encuentro amoroso homosexual). Recibió cinco impactos de bala en la parte inferior del abdomen y cayó gravemente herido al pavimento. Arango se tiró al piso; el chofer temblaba en el coche. El sicario se alejó del portón,caminando hacia la esquina. Luego huyó en una moto. Las versiones policiacas discrepan sobre si fueron uno o dos los asesinos. Los detectives que estuvieron en el lugar del crimen afirman que el delito fue obra de matones profesionales.

La investigación

El asesinato de Bedoya levantó airadas protestas entre el público de Cali y el resto de Colombia. Centenares de personas vistiendo luto se congregaron en su entierro. Su muerte fue noticia de primera plana en los principales diarios del país. Columnistas colegas le dedicaron crónicas enteras en su honor. La reacción inmediata fue señalar a los narcotraficantes de Cali como a los culpables del crimen.

La comisión de los premios María Moors Cabot otorgó una distinción especial póstuma a Bedoya. Rodrigo Lloreda viajó a Nueva York para aceptar el galardón, otorgado anualmente por la escuela de estudios de posgrado en periodismo de la Universidad de Columbia. El certificado está a la vista en el Centro de Estudios Gerardo Bedoya, ubicado en el sótano del edificio de El País ,en Cali.

A más de dos años del asesinato,la investigación sigue en su etapa preliminar. Mucha gente quiere que desaparezca.Algunos de los ex colegas de Bedoya en El País tuvieron interés en hablar del caso.Pero Lloreda se negó a entrevistarse con la SIP. Igualmente, el jefe de seguridad del periódico tampoco se mostró dispuesto a colaborar. Este, cuya responsabilidad era coordinar la investigación por parte del diario,insinuó que muchos otros aspectos del caso requerían explorarse.

El Palacio de Justicia de Cali es un edificio de color verdoso,algo abandonado,construido en los años cincuenta en forma de laberinto.Los tribunales ordinarios se encuentran en los pisos bajos. Allí también está la oficina del fiscal regional para Cali. Esta representa un sistema judicial paralelo establecido en 1991 para tratar los casos de narcotráfico y terrorismo. Es una de las seis oficinas regionales de Colombia que funciona dentro del sistema de justicia “sin rostro ”ideado para proteger a los jueces y los testigos en una época en que más de 200 jueces fueron asesinados por los narcotraficantes.

Encabeza la oficina Lucas Pulido,funcionario público de talla pequeña con aspecto intelectual. Para entrar a su escritorio,uno debe pasar por un detector de metales y entregar identificación a los guardaespaldas. Este despacho es responsable de todos los casos que tienen que ver con el tráfico de narcóticos y el terrorismo en el departamento del Valle,en Colombia occidental. Pulido tuvo a su cargo el caso Bedoya desde su inicio,hasta que el proceso fue trasladado a la Unidad de Derechos Humanos de la Fiscalía, en Bogotá, pero aún se desconocen los avances de la investigación.

El sistema investigativo bajo el cual se ha desarrollado el caso está “tambaleando ” porque la mayoría de los crímenes contra periodistas fueron entregados a jueces regionales (“sin rostro ”).Actualmente,el Congreso legisla para acabar con el sistema sin que todavía exista claridad sobre el futuro de las pruebas hasta el momento conseguidas.

Anteriormente, un juez anónimo controlaba el abultado archivo del caso -unas 500 páginas -que se mantenía reservado del escrutinio público,tal como lo requiere el sistema legal colombiano.

En la oficina de Pulido,Esperanza Leal,la persona encargada de coordinar la labor de los jueces sin rostro,defendía la falta de progreso en la investigación.“No tenemos sospechosos reales”, explicó.“Trabajamos sobre cuatro hipótesis”, agregó. Culpa a la familia sobre el estancamiento del caso.


“No podemos conseguir que la familia nos hable ”,explicó.“La familia sabe por qué lo mataron ”.

Los investigadores se han enfocado en el ángulo homosexual,sin ni siquiera indagar sobre la pista del narcotráfico.“Lo que escribía no era tan importante ”, manifestó Leal.“No vemos razón alguna para que los traficantes lo tuvieran en la mirilla ”.

El secretario de prensa, Jorge Mahecha, afirmó que Bedoya “no era un escritor de importancia.Sus editoriales no movilizaban a la opinión pública.No escribía las peores cosas sobre el narcotráfico.Habían otros ”,declaró,casi en tono victorioso. Pulido y la mujer se mostraban incómodos.

¿Quiénes son los otros periodistas de Cali ?Mahecha miró alrededor del despacho, confuso.“Bueno,está Rodrigo Lloreda ”,dijo finalmente con una mueca.

Debido a las demoras,las pistas se han perdido,lo que ha entorpecido adelantar una investigación justa y completa.Los investigadores han seguido muchas pistas provistas por María Eugenia Arango.

Según la oficina del fiscal especial de Cali,Arango se presentó como una de las amigas principales de Bedoya.Le dijo a la policía que éste no tuvo relaciones sexuales con ella y que no creía que las tuvo con otras mujeres.Como corroboración nombró a otro amigo de Bedoya, un hombre cuyas declaraciones pueden ser dudosas, según el primo de Bedoya. Los investigadores rechazaron la posibilidad de que Arango estuviera involucrada en el asesinato porque,según ellos, Bedoya quería regalarle un apartamento.“¿Por qué lo mandaría a matar si él la pensaba sostener?”, preguntó Leal.

Hugo Borrero dijo que su primo,Bedoya,jamás le ofrecería semejante trato a nadie. “Era muy tacaño”, afirmó.

Algunas irregularidades

Los actuales investigadores han ignorado hasta los procedimientos policiacos más elementales.No se le dio seguimiento al boceto del posible asesino,el que fue trazado con la ayuda de testigos oculares. Tanto Pulido como la coordinadora declararon que su despacho considera inútiles los bocetos de esa naturaleza.

“En Colombia, francamente, eso de los retratos hablados basados en el testimonio de los testigos oculares no funciona”, dijo la coordinadora. “Todos parecemos indios. Nos vemos iguales. Entonces, ¿cómo se van a encontrar los sospechosos”,dijo, con una sonrisa forzada.

“Solo en casos excepcionales son útiles esos bocetos”, agregó el fiscal Pulido.

¿Existe alguna esperanza para el caso Bedoya? “Ya veremos, pero tenemos centenares de casos como este”, declaró la coordinadora, encogiéndose de hombros.

Borrero, un hombre enorme de barba y pelo blanco,era primo de Bedoya y su mejor amigo. Los dos compartían sus secretos. Borrero cree que la investigación demuestra que existe una conspiración, probablemente por parte de los narcotraficantes. “Primero lo matan. Ahora intentan asesinar su reputación”, dijo.

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